25 ene 2012

Comienzos XI: En blanco

El carro llegó más pronto de lo habitual. Muchas personas salieron de él, personas de todas las edades y razas, todos... excepto una mujer que yacía inconsciente. Alguien la cogió casi con brutalidad y la llevó, al igual que los demás, a una celda en el subterráneo de aquel lugar. Era el lugar a donde iban a parar los esclavos antes de ser trasladados con sus nuevos amos.
Se podría decir que era una máquina de tortura en su totalidad. Pero... ¿para qué querían torturarlos? Es simple. No eran más que simples esclavos, juguetes a los que manejar con desánimo, pero con brutalidad.
Casi probando su capacidad de resistencia. Muchos morían sin conocer a su amo. Pero no importaba, eso significaba que aquel individuo, despojo, no era efectivo para trabajar para alguien. Aunque puede que la muerte sea el mejor remedio.

Algunos salían a conocer su futuro oscuro, quizá para servir a un solo señor, o para trabajar en cosas que nadie haría. O tal vez para diversión de un rato. Las mujeres solían someterse a la prostitución, y no veían ni una sola moneda por ello.

Kyra despertó en su celda. Estaba encadenada y aturdida por lo sucedido. Al ver su situación comenzó a tirar de las cadenas, intentando librarse de ellas. Claro que, nunca lo conseguiría.

-¡Soltadme!

Gritaba una y otra vez, pero tan solo recibió como respuesta el lamento de otros esclavos y el silencio.
Un hombre se acercó a su celda. En el rostro de ella tan solo se pudo dibujar la pura repugnancia. Pero ¿qué si no?
Ese hombre era asqueroso. Sucio, demasiado grande. Sus brazos eran casi tan gordos como la cabeza de la misma Kyra. No llevaba camisa, tan solo unos pantalones casi rotos, remangados.

Pero lo que a Kyra le asqueó no fue eso. Sus manos estaban cubiertas de sangre, su pecho igual. Lanzaba a la elfa una mirada que ella no pudo soportar. Simplemente calló, asustada e indefensa. Como nunca hubieran imaginado a Kyra.
Parecía más pequeña de lo habitual, y más aún cuando comenzó a sollozar y a encogerse sobre sí misma.

Seguro que el recuerdo de su hogar era lo que más dolor le provocaba.

La muchacha aún no se había percatado de que sus ropajes no eran los mismos. Habían sustituido su habitual vestimenta, de pantalones y chaleco por... un camisón sucio y con roturas. Casi podía sentirse desnuda.

Pasaron los días, y sobrevivió a base de algún que otro pedazo de pan y agua que le proporcionaba el hombre de siempre. Ojalá hubiera sido tan solo estar medio muerta de hambre, ¿verdad?
Sin embargo Kyra era sacada de su celda cada día, ya sea para trabajos forzados, para ser expuesta como un animal ante cualquier persona que se interesara por ella. Pero la veían demasiado débil como para aceptarla.

Decidieron "fortalecerla" para que en un futuro pagasen por ella. La sometieron a diversas torturas, cada vez más dolorosas donde tan solo podía gritar de dolor y llorar. Si quería escapar, ya no tenía fuerzas para ello.
El primer día tan solo fueron diez latigazos. Los demás fueron peores. La apalearon hasta la inconsciencia y más allá.

Pero ella hubiera deseado que después de toda esa tortura y el tormento de pasar hambre y sueño hubiera sido lo único.

Un día, después de quince días sin ver la luz del Sol y prácticamente ausente de todos cuanto la rodeaba, volvieron a sacarla para exponerla. Ella odiaba eso. La solían tocar demasiado cuando investigaban si era buena esclava o no.
Pero ese día la cosa fue a más.
El hombre que inspeccionaba las celdas, Adam, pareció coger favoritismo a Kyra, y decidió probar suerte con los amos que buscaban mujeres de compañía.
De nuevo fue mostrada, esta vez, desnuda. Ella hizo todo cuanto pudo para cubrirse, sin éxito, pues la golpeaban para que se mantuviera quieta.

El interesado mostró un gesto de aprobación, y susurró algo al guarda, el cual sonrió satisfecho y recibió el pago por la esclava.

-Llevadla, pues, a la dirección indicada dentro de cinco días.-Dijo el nuevo amo y señor de Kyra.

-Mi compañero se encargará.-Añadió Adam.

Después tiró de la elfa. Pero no la llevó a su celda esa vez. La llevó a una de las habitaciones donde la golpearon alguna vez. Como siempre, al entrar cerró la puerta con llave, y liberó de las cadenas a Kyra.
Ella lo miró sorprendida y asustada.

-Esta es la parte que más me gusta de mi trabajo.-Comenzó Adam. Aún imponía a Kyra con su gran tamaño, y la repugnaba con su hedor. Sobre todo, le temía por todas las torturas a las que la había sometido.

-¿Qué...?-Comenzó con voz ronca. Pero calló al instante tras una bofetada.

-¡No hables!-Gritó Adam.- Has conseguido un nuevo amo, espero que no me eches de menos...-Kyra se estremeció.- Te necesitaran para satisfacer a los hombres, pero antes se me ha encomendado la tarea de saber si serás buena en ello.

Kyra no comprendió. El hombre se abalanzó hacia ella. Intentó escapar, pero a Adam parecía divertirle más así. Finalmente se cansó de seguirla y la tiró al suelo, mientras le arrancaba de nuevo la poca ropa que llevaba.
Ella intentó zafarse, pero era inútil.
El hombre también se deshizo de aquellos pantalones pútridos. Kyra sentía su hedor más cerca, sobre ella, y sus gritos eran ahogados por una enorme mano.

El dolor recorrió cada fibra de su cuerpo. Era una punzada diferente a las demás. Algo que ya nunca podría recuperar. Lloraba y gemía de dolor mientras Adam satisfacía su enfermizo deseo. La agarraba del pelo, arañaba su piel y apretaba demasiado los dedos en su cuerpo cuando el placer era más intenso.
En un intervalo de menos de una hora, la cual para Kyra fue como si de un día entero de tratara, aquel hombre le destrozó la vida por completo.

Se quedó en ese mismo lugar, tirada. Sentía la sangre, le dolía tanto que no se fijó en los otros golpes que Adam le proporcionó durante el acto.

El tiempo pasó lentamente. De nuevo la encerraron en la celda hasta el día en el cual debía ir a reunirse con su amo.
Casi en estado de inconsciencia fue llevada hasta el carro.

Pronto despertaría de ese estado para regresar de nuevo a la realidad.

1 comentario:

  1. Episodios en la vida para nunca repetir. Y si alguien lo intenta, Ethan estara para destruirlos a todos

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