20 ene 2019

Vidas que soñar

Los jardines ya no representaban un refugio para el alma como solían serlo en el pasado. Siempre recordaba a mi padre, antes de siquiera marchar a la guerra, sentarse entre sus muchas flores para simplemente mirar al vacío.

Quizás se dedicaba a pensar, a recordar. Quizás no hacía nada de eso y dejaba que el tiempo pasase hasta que llegase la noche y poder volver a descansar. Solo en esos momentos perdía esa fortaleza que le caracterizaba siempre.

Estos últimos días nuestra casa se ha agitado tanto que está volviendo a esos días de duda, debilidad...

Ahora he vuelto a entrar en nuestra casa, sin saber qué esperar exactamente, y vuelvo a encontrarle en ese rincón que es su favorito.

No me ha escuchado, dudo que se percatase de mi presencia hasta que me pusiese frente a él. Podía deshacer mi camino y volver a estar de su lado como pasaba siempre, en cada enfrentamiento que vivía nuestra familia. Pero entonces, cuando vuelvo a dudar sobre mi posición, también vuelve a mí el último recuerdo que tengo en esta casa antes de partir.

Ni siquiera el sol había tocado nuestras costas. Hacía mucho frío aquella madrugada, como ocurre antes de que lleguen las luces del alba. Ya vestía la armadura y estaba revisando los detalles de la montura que habían preparado para mí. No era difícil ver que la bestia estaba inquieta, casi tanto como yo.

Entonces apareció mi padre, con ese paso lento, entrando en las caballerizas. Manos cruzadas a la espalda y cabizbajo, reflexivo. No era buena idea interrumpirle, prefería empezar las conversaciones cuando terminaba de cavilar. Cuando creyó conveniente, me contó los planes que había creado y acordado para mí. La sensación de frío me invadió.

Me marché de casa para no volver en muchos años, y lo que debía ser un viaje de esperanza que se tornara en hastío por la guerra se convirtió en un refugio en el que conseguiría demasiados éxitos para mi juventud. Alguien se había interesado por mi mano y yo solo deseaba correr, lejos de todo y de todos, quizás para no volver.

He vuelto y me siento perdida. En estos momentos ya no me encuentro entre mi familia, no sé cuál es mi lugar. La sensación de estar desubicada es demasiado fuerte, solo pienso en volver a filas y seguir dirigiendo ofensivas contra el enemigo... o simplemente defendiendo las ciudades que están en la frontera.

No sé en qué situación, en qué tipo de vida se refugiaría mi hermano de acceder a lo que le pide, o más bien exige, nuestro padre. Pero no es una historia que quiero que se repita. Alguien en esta familia merece tener la vida con la que sueña.

3 ene 2019

Sobre el orgullo

Desde hace unos días me siento menos vulnerable que antes. Después de aquel momento, queriendo practicar mis habilidades mágicas, por primera vez hubo gente que me consideró una amenaza. Eso no me hace sentir especialmente bien, sin embargo es cierto que me hace verme más fuerte de lo que pensaba y creer que quizá soy capaz de cuidar de las personas que más quiero.

Ese sentimiento se hizo aún mayor al salvar la vida del Guía Xena. Aún siento ese calor en el pecho cuando la guardia me dijo delante de Vasir que la ciudad me estaba agradecida.

Todo esto me recuerda a una vez, hablando con Alexandra, cuando me preguntó acerca de mi orgullo. Quería saber si había algo que llenase mi pecho de reconocimiento hacia mí misma. Entonces no supe qué responder exactamente. Pero ahora puedo decir que soy capaz de salvar una vida y de proteger a los míos si me esfuerzo cada día. Eso es lo que me hace sentir un calor que me llena por completo.

Y ahora nos vamos acercando a la Capital, donde parece ser que una amenaza se cierne sobre la familia Maijaie. Tengo muchísimo miedo, me gustaría simplemente poder contarles para que lo evitasen. Espero que sea verdad el hecho de que eso sería peor, y también espero poder detenerlo a tiempo.

Si les pasa algo, no podría perdonármelo. Vasir y Nera son ahora más parte de mí de lo que creo que podrían llegar a imaginar nunca.

Es por ello que debo protegerles. Puedo hacerlo.

Que los Dioses me guíen.