30 jun 2019

Sobre el segundo tipo de preocupaciones:

El tren está de nuevo en marcha. En parte agradezco haber tenido la mente ocupada con este problema durante un par de días. Me ha hecho aprender dos lecciones:
La primera, que existen dos tipos de problemas, por simplificarlo un poco. Los que debes solucionar primero por ser de carácter urgente, y los que te atormentan permanentemente por ser mucho más graves que esos.
La segunda lección es que, cuando tu vida está el peligro, el resto de vidas no importa. Eso me recuerda a lo que me advirtió mi padre antes de marchar al palacio. "Ante todo, tu vida es lo más importante, no lo olvides".

Me pregunto ahora si de verdad le importaba tanto mi vida. Qué digo... Claro que le importaba. Es mi padre y me quiere, a pesar de todo.

Ahora que hemos conseguido escapar de esa prisión, regresan a mí los principales problemas que no me permiten descansar. Y entre ellos está el hecho de que mi padre quiere ver a Ada, y ella parece corresponder a su petición. No dejo de recrear numerosas posibilidades de ese encuentro.
Ada intentando matar a mi padre.
Mi padre intentando matar a Ada.
Mi hermana realizando algún tipo de sacrificio para sacar a mi padre de ahí.
Ambos abrazándose, sin más.
Ada intentando ayudar a mi padre, sin éxito.
Mi padre desvelando una verdad aún más terrible de la que ya conozco.
Alguna inesperada que me deje paralizada, como la vez anterior.

Espero que, por lo menos, Ada necesite mi ayuda para llegar hasta él. Ojalá poder ser yo quien la ayude a ella por una vez, y estar cerca de ambos en cualquiera de las situaciones que sucedan durante su encuentro.

Con tantas posibilidades, ¡cómo pretenden que pueda dormir por las noches! Se suman a ellas, la llegada a Vienne, la incertidumbre de qué ocurrirá a continuación, mi hermano y mi madre marchándose, los seres que inundan las noches de la Capital, aquel ojo gigante en las profundidades... el Corazón Dormido. 

Se acerca un final, lo presiento. Continúo con la certeza de que algo horrible ocurrirá, y por ello hasta encontrarnos con lo que será nuestro destino, necesitaré despedirme del calor de mis seres queridos.

Si ellos desconocen que se trata de una despedida, no se me hace tan terrible que así lo sea.

8 jun 2019

Una última orden

La sangre que bañaba el suelo era la puerta para una figura cada vez más cansada, derrotada. Apareció tumbada, con la respiración agitada, temblando sin parar. Cuando se incorporó, la visión que cualquiera tuviera de ella desde el exterior podría ser la de una persona que intenta levantarse del fango después de una brutal paliza.

La bruja, de nuevo en el lugar que tenía que llamar refugio aunque nunca hogar, hizo que la sangre regresara a ella de nuevo, alimentando su cuerpo, haciendo que recuperarse algunas fuerzas. Se preguntó cuantos viajes a lo largo de esos mundos que ya no discernía podría realizar sin morir. Quizás esa fuera la forma de escapar de todo de una vez por todas, pensaba mientras se contemplaba las manos, teñidas de rojo, con sus dedos unidos por finos hilos de sangre coagulada.

— Te has vuelto... a escapar. — escuchó una voz que rompía el silencio al que se había acostumbrado.

Como siempre, en eco, en ninguna parte y en todas al mismo tiempo. Hacía demasiado tiempo que no pasaba por allí, estaba demasiado ocupada acabando con esas vidas que ahora le pertenecían, sus herramientas hasta que dejaban de respirar. Cada vez debían quedar menos, igual que el tiempo que les quedaba.

— La tarea que te encomendé era bien sencilla, ya lo has hecho otras veces.  No puedes dejar a los faeri campar con total libertad, ¡TE LO HE DICHO MUCHAS VECES!

A pesar de los gritos, era imposible no localizar desde donde provenía su voz... y era detrás de ella. Sabiendo que estaba tan cerca no podía moverse, ni siquiera terminar de levantarse.

La única certeza que tenía era saber que no moriría, incluso con esos gritos que mostraban su inestabilidad. Eso sucedería cuando su cuerpo agotase toda esperanza de vivir algo mejor o cuando la ira de su extraño amo la aniquilase por accidente.

— Aunque realmente... no importa. — concluía, ajeno a todos los pensamientos de la bruja, volviendo a su extraña calma. — He cometido un error, un error... que puede traernos muchos problemas.

Sintió entonces que una mano la tocaba en el hombro. Aquel tacto horrible la paralizaba, la helaba. Retiró la mirada con desdén. Pero eso no le evitó ver cómo su amo se deslizaba a gran velocidad frente a ella, agachado, a su altura. Buscaba su mirada, intentando encontrar algo en ella que le mostrase sumisión.

— Enmendarás mi error, ¿verdad? No será difícil... si lo haces en el momento adecuado.

La bruja le miró, sintiendo que el terror subía desde su estómago hasta sus labios, impidiendo que pronunciase cualquier palabra. Pero sí pudo mirarle a los ojos, a esos pozos de terrible luz en el pozo de oscuridad que era su rostro.

— Aniquila al soñador que se hace llamar príncipe antes de que llegue a su trono... y acaba con esa nación antes de que provoquemos el final de todo.

Quizás volviese a ver a su hermana, aunque sería para quitar la vida de un preciado amigo. Si conseguía que la odiase, quizás sería menos terrible para las dos. Todo aquello... sería mucho más fácil entonces.

Pues tampoco tenía forma de escapar a sus órdenes.