27 oct 2014

El cilicio que merezco

Despierto.
Tengo la boca seca, pero no tengo fuerzas para moverme a buscar un poco de agua. No puedo moverme... me duele el vientre.
¿Por qué?

Siento como si me hubiera despertado de una pesadilla, pero me duele tanto que temo que no haya sido un mal sueño.
Recuerdo la mirada desquiciada de la inquisidora, a mi tío sin fuerzas en el suelo intentando a duras penas protegerme a mí, a pesar de ser él quien está herido.
Mi voz gritando para evitar que esa mujer le quite la vida sin derecho alguno. Un fuerte golpe, sabor a metal en mi boca y... oscuridad.
Supongo que me desmayaría tras ese golpe tan brutal.

Abro los ojos, deseando con todas mis fuerzas no encontrarme sola esté donde esté. Mi primer pensamiento es que sigo en el suelo de ese sótano, sobreviviendo milagrosamente. Pero... sola.
Por lo que al encontrarme en mi habitación acompañada de mi padre, se dispersa cualquier temor que haya podido sentir.

Estoy en casa, estoy bien... estoy viva.
Todos estamos bien, excepto... la inquisidora. ¿Qué va a ocurrir ahora? ¿Se van a creer que la ha... matado un licántropo? Al fin y al cabo, ella estaba aquí por eso.

Si yo... no hubiera metido la pata. Si no hubiera bromeado a costa de los Dioses. Si no le hubiera confesado la verdad y hubiera salvado mi honra... aunque me costase la vida... Nada, ¡nada de esto habría ocurrido!
Tendría que haberme castigado a mí con el cilicio que merezco.
Ni siquiera he podido defenderme, o proteger a mi tío. Solo gritar, llorar y tener miedo.

Está claro que siempre voy a ser una cobarde a pesar de ser la hija de una heroína.
Pero voy a hacer todo lo posible por cambiar eso.

26 oct 2014

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El sótano parecía un buen lugar, por el momento. El cuerpo rodó violentamente sobre cada escalón cuando caía, hasta finalmente detenerse finalizando el estruendo.
Solo acertó a dejar un gemido de dolor. Ella bajó para ponerse a su altura, mientras el pobre infeliz que solo empezaba a sufrir se arrastraba quizás intentando encontrar ayuda o algún arma con la que defenderse.

Tuvo el tiempo suficiente para encender algunas velas que iluminarían aquel almacén sin que este pudiera hacer demasiado. Las piernas heridas por algún que otro golpe ya mostraban una pose nada natural, pero seguía arrastrándolas provocándose más dolor todavía.

- Dicen que eso duele... - dejó escapar de sus labios antes de tener que contener una risa, solo por la situación que tenía delante. Avanzó hasta pisar su cuerpo, haciendo que el pecho de ese hombre quedara pegado al suelo, sin opción a moverse más de forma horizontal. - Ahora... ¿vas a decirme lo que quiero escuchar? ¿O tendré que hacer que lo demuestres?

Bajo su pie, su víctima temblaba. Su cuerpo vibraba por un llanto mal disimulado.
Podía hacerlo cuanto quisiese, mientras no subiera de ahí. De cualquier modo, nadie lo escucharía en mucho tiempo. Incluso el cadáver podía ser encontrado días después, si decidía no colaborar. Y efectivamente, seguía sin encontrar respuesta en él.

De pronto, la maza que sostenía en una de sus manos parecía querer tomar la terrible decisión de convertir esa cabeza en una desagradable mezcolanza de sangre y carne destrozada. Suspiro larga y lentamente, manteniendose férrea en su decisión. Todavía no. Los arranques de ira estaban condenados, nunca llevaban a nada bueno. Aquello era con un fin, un fin determinado y glorioso, que libraría al mundo de una de tantas plagas.

Solo entonces se vio distraída, cuando alguien decidió de forma totalmente incauta descubrir su posición.

- ¿Tío? ¿Tío Iefel?

Al final, los Dioses proveían de una forma inesperada para allanar el camino. Con ella, el mago encubierto sería desenmascarado de una forma todavía más sencilla.

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Ni siquiera había tenido tiempo de reaccionar, acertar a preparar un conjuro antes de que atacara a la niña, dejandola totalmente inerte en el suelo.
Había caído directamente, sin apenas un grito de dolor. Cerró los ojos y cayó al suelo de una forma brutal, quizás sin vida. Y esa posibilidad terminó de quitarle todo el miedo a ser descubierto, torturado o directamente atado para ser pasto de las llamas.

La frialdad se hizo dueña de su mente, y la magia se arremolinó en su interior. Al mismo tiempo, como una nueva y terrible interrupción, el muchacho que en los últimos días le daba esperanza para sobrevivir un día más. Estaba bajando las escaleras igual que lo hizo ella.

La inquisidora apenas había tenido tiempo para ocuparse de él cuando tenía una nueva víctima a su alcance. La sonrisa lobuna que se mostró en su rostro no tendría parangón en mucho tiempo.
El recién llegado no tardó en entender la situación, que no dejaba demasiadas dudas a la interpretación. Rápidamente retrocedió, dispuesto a dejar claro al mundo lo que estaba a pasando a voz en grito. Ella lo sabía, y tenía que detenerlo a toda costa. Era pronto para que todo fuera descubierto.

Y aquella fue su oportunidad. Las llamas que impactaron contra la espalda de la servidora de los dioses no tardó en ser consumida por unas voraces llamas... Sus gritos fueron apagados prudentemente por un nuevo proyectil mágico, pero tardó en dejar de retorcerse, terca en su lucha y su voluntad de vivir.

Las lágrimas se le escapaban, mientras ignoraba ya a su víctima y buscaba el cuerpo de la pequeña. No podría seguir con aquella vida en su conciencia.
Pero el calor... su corazón... latiendo, viviendo. Igual que él volvía a hacer.

17 oct 2014

Un giro

Llevaba más de una semana fuera. Hay tantos peligros más allá del bosque que temía no volver a verle.
Pero no perdía la esperanza, cada día iba a ver si había regresado. Hasta que encontré un mensaje que representaba la primera vez que hablamos. Aquel mensaje que yo misma envié río abajo, pero escrito por él.

"¡Ha vuelto!" Pensé emocionada antes de que su voz detrás de mí lo confirmara.

Me pidió que cerrase los ojos y abriera las manos. Sentí algo frío sobre ellas.
Al abrir los ojos, encontré algo precioso sobre mis manos. Una geoda tallada por el mismo en forma de flor.
Podía percibir tantos colores en esa forma que me perdí en su belleza.

Había ido a la montaña, arriesgado mucho y luego trabajado este duro material solo... ¿por mí?
Nunca nadie había hecho algo así por las sonrisas que él se queda.
No supe qué decir. Incluso creo que no se lo he agradecido todo lo que se merece.

Tras ello, besó mis labios. ¿Es amor este tipo de locura?
No pude aguantar demasiado tiempo ahí, llena de miedo. Me siento extraña y no sé por qué.

Observo desde mi cama la forma de esa flor maravillosa, mientras inconscientemente acaricio mis labios, besados por él.
¿Qué haré ahora?
Nunca me he sentido así. Me siento mareada, como si...

Como si mi vida estuviera empezando a dar algún tipo de giro. Tal vez un giro que me lleve a cometer locuras.

un extraño obsequio

Se maldijo muchas veces a sí mismo, recordandose que no debería haberse confiado. Que no debería haber hecho el idiota haciendo todo ese camino, todo por el impulso de querer hacer algo por ella. No era nada, no eran nada, y sin embargo, la emoción de conseguirlo era mayor que cualquier otra cosa.
Era el pensamiento que le alimentaba cuando se detenía a descansar en una cueva lo suficientemente grande como para encontrarlo. Lo mejor era que tenía tiempo suficiente como para reflexionar.

Por suerte, su cuerpo había desarrollado una entereza particular ante las temperaturas algo límite, aunque tenía un límite. A menudo sufría por la escalada y por el frío.
Y las noches resultaban aterradoras. La naturaleza podía ser tu amiga o tu peor enemiga, y aquel paraje mostraba claramente qué es lo que prefería ser. Además de las criaturas que allí habitaban... nada parecido a lo que viera en bosques o en otros paisajes de montaña.

"Los tesoros más preciosos tiene los guardianes más escalofriantes"

Y casi le va la vida en ese pensamiento.
Un depredador extraviado, tal vez buscando alguna presa que huyera estúpidamente en esa dirección, le encontró. Las armas que portaba no le sirvieron de nada, solo el azar le ayudó a escapar de esa situación, al hacer caer a la bestia por un precipicio.
No esperó a que la suerte le sonriera una vez más, y huyó para esconderse. Mientras buscaba hacerse lo menos notable en la cueva, algo hirió su mano, haciendo un corte.

Mirando el origen de la herida, encontró aquella maravilla.
Brillando aunque apenas llegara la luz del sol, escondiendo esas flores que tanto buscaba para su colección del libro, perfectas en su forma.
La sonrisa que logró tener no desapareció pues no podía evitar pensar en cómo reaccionaría, en qué le diría, cómo lo apreciaría. Un extraño obsequio, pero perfecto para ella.