21 jun 2018

Muerta en vida

Despertó, fría como el aire que recorría la habitación en la que yacía. Lo último que recordaba era un dolor intenso que amenazaba con quitarle la vida, y después de eso todo era oscuridad.

Intentaba recordar mientras recorría los sombríos corredores de una estancia que no acababa nunca. Escaleras que le permitían ascender y descender cada vez le inspiraban más la imagen de una torre en su cabeza. Pero sentía que estaba en un lugar como ningún otro en el que hubiera descansado.

Su aliento se agotaba, casi como su paciencia. Pero no había rabia, solo cansancio, agotamiento.

Cuando desfalleció, cerró los ojos durante unos segundos. Sentía el sabor a metal de la sangre en sus labios. ¿Cuanta sangre había derramado? ¿Y cuanto tiempo había pasado desde que la había vertido? Parecía que el tiempo no pasaba en ese lugar.

Cuando abrió los ojos, una mano huesuda le ofreció levantarse. La poca carne que cubría esos huesos no parecía real, ni siquiera emitía el calor acostumbrado... de un cuerpo vivo. No sintió miedo aún cuando sabía con certeza que aquella criatura que la miraba con compasión no estaba en el mundo de los vivos.

El mundo en el que ella vivía. O en el que solía habitar.

Todo había empezado con las palabras a Keith, tan fiel a Amara, como siempre. Quizás lo suficientemente fiel como para acabar con ella. Quizás lo suficientemente fría como para atraer su atención mientras alguien servía ese golpe mortal.

¿Por qué entonces seguía con vida? ¿Cómo había escapado de aquel pozo de oscuridad en el que se había hundido, mientras creía morir?

Habría que buscar el modo de escapar. No sería la primera vez. Y si era imposible, si no había salida, quizás podría descubrir si sangraban de la misma forma.