20 jul 2019

El mismo miedo

Nunca había estado bajo tierra, no de aquella forma. Quizás alguna vez, entre trincheras para buscar algo de silencio mientras la artillería castigaba la línea que defendían. Esos eran otros tiempos, mientras hacía su carrera militar, escalando posiciones, ganando reconocimiento, luchando por lo que creía...

Pero no, era muy diferente lo que estaba viviendo.

Era una persona más en la fila, esperando a poder avanzar. La carencia de oxígeno era evidente: si los nervios la traicionaban y su respiración se aceleraba, pronto empezaba a notar que... simplemente no era suficiente.

Los túneles que se habían creado a partir del sistema de alcantarillado se habían abierto lo suficiente como para que la media que allí trabajaba pudiera abrirse paso hacia la siguiente zona de trabajo. No había ampliaciones, era asfixiante, claustrofóbico incluso para quienes no lo sentían. Los maderos que sostenían esos pasajes parecían demasiado endebles, más aún para toda la ciudad que nunca descansaba y que se erguía por encima.

No quería pensar en toda la tierra que tenía sobre ella, que podía ceder en cualquier momento... sin que pudiese siquiera ser consciente de ello dado el momento. Solo esperaba que si llegaba el fin, que fuera rápido. Y si no llegaba, al menos necesitaba descubrir qué era lo que se estaba haciendo en esos túneles sin tener que pasar allí demasiado tiempo.

Salió de esos pensamientos al momento en que la empujaban desde atrás, haciéndole saber que ya le tocaba, y le ofrecieron un pico como herramienta. Estaba en notable mal estado, pero dudaba que le pusieran solución.

Avanzó hasta donde le indicaban y se unió al grupo que ya empezaba a trabajar.

Y fue al momento de clavar por primera vez el metal en la tierra sobre sus pies cuando lo sintió.

Una sucesión de imágenes en su mente que apenas duraron un segundo.

Un gran salón de lo que parecía un palacio.
Un árbol marcado a cuchillo con cientos de ojos.
Un farol iluminando un túnel.
Un gigantesco ojo que despertaba después de demasiados años.

Su cuerpo se paralizó, notó una corriente fría desde la nuca hasta sus pies, su piel se erizó por el miedo, sus ojos se desorbitaron al sentir cómo aquella cosa la miraba desde ningún lugar y a la vez desde todas partes.

Y cuando fue capaz de moverse, giró la cabeza en busca de consuelo... solo para encontrar el mismo miedo que ella sentía en todas las personas que cavaban junto a ella.

Todas las almas allí presentes eran prisioneras del terror hacia esa criatura.