3 ene 2012

Comienzos VII

Increíble. Me había escapado de casa y me esperaban grandes aventuras. O eso creía yo. Para despedirme y tranquilizar a mi famila dejé una nota la cual decía:

"Padre, hermanos, ahora que soy más mayor y tengo la capacidad, fuerza y valor para llevar a cabo mi propia aventura, he decidido marchar para hacer realidad ese sueño. No he querido despedirme por no causaros dolor alguno, sin embargo tampoco quería que pensárais que me han obligado a irme. No me busquéis, cuando mi aventura llegue a su fin, regresaré sin reparo alguno.

Kyraà'nshra Daa'rokt"

Realmente no quería decir nada porque sabía que jamás me dejarían cometer aquella locura. Pero confiaba plenamente en mí, incluso con demasiada arrogancia... y tenía por seguro que vendrían a buscarme.

Al salir no supe por donde empezar. Las calles eran enormes y todavía estaba cayendo la noche. Había poca gente, y la que estaba por ahí se tambaleaba diciendo palabrejas que no lograba comprender y que además desprendían mal olor. Evité a esa gente y, salí de la ciudad. Sería un poco absurdo quedarme a dormir en una posada del mismo lugar del cual me había escapado.
Así que... acabé en el bosque.

Continué durante algunas horas, pero el cansancio finalmente pudo conmigo. La idea de hacer un campamento era buena, con sus tiendas y demás... pero no sabía nada sobre montarlas ni tampoco sobre hacer fuego, así que acabé durmiendo al raso y expuesta al frío y a toda criatura que se le antojara devorarme.
Sin embargo cuando casi estaba a punto de quedarme dormida, sentí algo húmedo en mi rostro. Esa humedad continuó, cada vez más fuerte. Sí, justo ese día se había puesto a llover a cántaros, y no tuve más remedio que correr a buscar cobijo.
Afortunadamente encontré una cueva no muy profunda, pero lo suficientemente resguardada como para evitar que me mojara más. Tenía frío y estaba empapada. Pero el sueño era más fuerte que todo eso, y al fin conseguí dormir.

No recuerdo cuanto dormí. La emoción de haberme escapado y el cansancio acumulado desorientó mis sentidos. Al despertar, escuché algo a mi alrededor, y cuando recordé donde estaba me puse en alerta.
No veía demasiado puesto que estaba oscuro. No sabía si seguía siendo por la noche o si había estado durmiendo un día completo. Sin embargo continué con la búsqueda de aquella criatura que emitía tal escándalo. Y ojalá no la hubiese hallado.
Los ojos de un furioso lobo se posaron sobre mí, alertado tal vez porque me había percatado de su presencia. Me quedé petrificada, no sabía que hacer exactamente. Torpemente cogí mi espada, pero antes de colocarme en la posición de defensa que mi maestro me había enseñado, el lobo se abalanzó contra mí, haciendo que soltara mi espada por la sorpresa
Sentí su aliento cálido sobre mi piel, y las zarpas que apretaban mis brazos y vientre. La luna dejaba caer un pequeño halo de luz sobre nosotros, y pude ver que sus ojos reflejaban un rostro aterrorizado de una muchacha a la cual le había llegado su hora.
Ya estaba a punto de darme el primer mordisco, cuando alguien apareció y se abalanzó contra el lobo. Este quedó aturdido durante unos segundos antes de atacar a su pequeña molestia. Sin embargo no fue una disputa larga, pues aquel individuo rápidamente se libró del lobo con una estocada perfecta.

No me fijé en que estaba temblando hasta la última fibra de mi ser, y aunque hubiese querido no habría podido fingir que no estaba asustada. Aquella persona me tendió su mano, y yo le ofrecí la mía para ayudarle a levantarme. Era un hombre joven, humano. En mi vida había visto a muy pocos humanos, pero me decían que a pesar de que vivían muy poco intentaban día a día superarse a ellos mismo.
Tenía el cabello a la altura de los hombros, castaño, y con la poca luz de esa noche solo pude distinguir que sus ojos eran oscuros. Me miraba con sorna, y también me estudió de arriba a abajo.

-Vaya... ¿qué hace una pequeña elfa como tú por aquí, tan sola?-Preguntó.

-Yo...-Comencé con la voz quebrada. Me aclaré la garganta y rectifiqué.- No es asunto vuestro.

-Que desagradecida. ¡Si te he salvado la vida!-Dijo con aire triunfal.

-Lo tenía todo controlado.

-Claro... por eso temblabas de puro horror. Oye, no muy lejos de aquí está mi campamento. Espero no arrepentirme después de llevarte a él.-Explicó.

-No os he pedido nada.

-No pasa nada pequeña elfita...

-Kyraà'nshra.

-¿Perdón?-Intentó repetir mi nombre, sin éxito.

Suspiré.

-Kyra.

-¡Ah, Quiira!-Bueno, más o menos.- Yo soy Uriel.

-Enhorabuena.

-Bien, ¿quieres venir o no? No tengo toda la noche.

Y... aunque mi orgullo era más grande que yo, tuve que admitir que necesitaba un lugar caliente donde estar. Por lo tanto, decidí tragármelo por esa vez y acompañar a Uriel hasta su campamento, y puesto que me había salvado la vida, pude concederle un voto de confianza.

Además... todo aventurero tenía siempre uno o varios acompañantes. Y Uriel tenía todas las características de un gran compañero de viaje.

15 comentarios:

  1. Ehm... Drek dice que fuiste idiota
    - Ethan

    ResponderEliminar
  2. ¿Y por qué no me lo dice él?

    ~Kyra~

    ResponderEliminar
  3. Porque no sabe escribir en comun, y ademas es estupido, y tampoco sabe leerme, jejeje
    - Ethan

    ResponderEliminar
  4. No te metas con Drek, él también podría tomarte el pelo con su idioma. ¿Tú también piensas que fui idiota?

    ~Kyra~

    ResponderEliminar
  5. Bueno, era una niña.
    Sí, un poco loca. ¿Me echasteis de menos por allí?

    ~Kyra~

    ResponderEliminar
  6. Padre casi se muere del susto, pero jamas lo reconocera, ya sabes como es
    .- Iefel

    ResponderEliminar
  7. Vaya... no era mi intención.
    ¿Y tú?

    ~Kyra~

    ResponderEliminar
  8. Contesto yo porque Iefel se ha ido corriendo, por no poder retener mas las lagrimas.
    Creo que si, que lo hizo
    · Sol

    ResponderEliminar
  9. Pero Iefel, ¿a dónde vas? ¡Si eso fue hace muchos años!

    ~Kyra~

    ResponderEliminar
  10. Oh vamos... piensa en que viví grandes aventuras. ¡Alégrate por mí!

    ~Kyra~

    ResponderEliminar