30 dic 2011

Comienzos VI

Habían pasado ya algunos años. Aquel muchacho seguía encerrado y yo, siempre que podía, iba a hacerle una visita para hablar con él, llevarle comida... bueno, tuve que admitir que finalmente congeniamos bien. Él me enseñó su idioma, que no es el más hermoso de toda Argonath, pero es curioso. Supongo que lo haría por puro aburrimiento. Aunque mejor eso que lanzarnos hachazos por doquier cada vez que hablábamos.

Cada vez mis visitas eran más habituales. Intenté hablar con mi padre o mi hermano Iefel sobre Drek. Dorek aún era un niño, y no entendería lo que pretendía decir. Mi padre me lanzaba evasivas, mientras que Iefel simplemente no daba crédito. Me dijo alguna vez que quizá era un amigo invisible. Pero yo lo veía muy bien, además, me enseñaba cosas que no podían salir tan solo de mi imaginación.

Poco a poco dejé aún más de lado mis estudios a causa de mis visitas, tan solo practicaba con mi arma y muy de vez en cuando escuchaba la lección. Porque aunque algunas veces iba, mi mente estaba sumergida en aquella mazmorra, preguntándose por Drek, e imaginando cosas que realmente me fascinaban.
Y un día quise hacer realidad esos sueños.

Aquella noche fui convencida a hablar con él. Tanto que ya daba por seguro un sí, e incluso había preparado aquello, para que todo fuese más rápido e impulsivo.

-¿Drek?¿Estás despierto?- Pregunté mientras entraba. Si estaba despierto o no, realmente no me importaba.
Un gruñido es toda la respuesta que obtuve.

-Tengo algo que decirte.-Continué.

-Es tarde, y deberias estar durmiendo.-"Perdona, no sabía que eras mi madre".

-Hoy no, es el día.

-¿Qué día?

-El día para salir de aquí.

-¿Qué estás diciendo?¿Cómo vamos a salir de aquí?- Estaba claro que me subestimaba.

-Si me dejaras acercarme, podria intentar abrir la cerradura de tus cadenas. He estado practicando, ¿sabes?-Recordé las veces que, con un objeto simplemente plano y alargado, pude abrir más de una cerradura.

-No... no es buena idea, ¿sabes?-Comenzó.-Si me abrieses las cadenas, seria para salir de aqui, para siempre, ¿entiendes?-Lo entendía, pero ya me había hecho a la idea de que no volveríamos.

-Si... entiendo. Pero no pasa nada...Ademas, ¿prefieres quedarte aquí?

-Bueno... no todo es malo.

-¿A que te refieres?-Era extraño pensar que estar atrapado "no es tan malo".

-Nada, es igual.-Tuve ganas de seguir preguntando, pero había algo más importante. Se nos acababa el tiempo para huir.

-Oye, voy a liberarte...Lo he estado pensando y creo que es lo mejor.

-¿Por qué?

-¡Tenemos muchas aventuras que vivir!-Nunca admitiría en voz alta lo que realmente deseaba. Y desde luego, las aventuras eran secundarias.

-Algún día.

-Podemos hacer que ese día sea hoy.-No supe si realmente entoné de manera diferente esas palabras.

-¿Quieres dejar toda tu vida de lado, tu familia y todo lo que tienes aquí?-No, realmente no quería eso. Pero por suerte, bloqueaba esos pensamientos.

-No debo pensar en eso, venga, marchemos.

-No puedo irme contigo, lo siento... es mejor que te vayas ahora.-Sus palabras me hirieron más de lo que él pensaría. Fui con la idea de que nos iríamos y de pronto derrumbó todos mis planes.

-¿Qué me vaya? De acuerdo, si es lo que quieres, me iré. ¡Desde luego que me iré!-Casi le grité esas últimas palabras.

-Bien, adelante...no me iré contigo.

-Vale, me ire yo sola a recorrer mil aventuras, y no me verás más el pelo.

Tras esas palabras, me fui de aquel lugar. Drek no hizo nada por detenerme, ni tampoco para hacerme cambiar de opinión. Estaba frustrada y dolida. Mientras llegaba de nuevo a mi habitación y al mismo tiempo mis ojos estaban bañados en lágrimas, cogí aquello que tenía preparado.
Mis cosas ya estaban listas, escondidas para que nadie preguntara. No era mucho. Un poco de comida que había estado guardando, agua, ropa y un diario de aventuras en el que podría escribir las que recorriera.
Tampoco me echarían de menos. Solo era una cría que escapaba de sus responsabilidades. Necesitaba aventuras, y había llegado el momento.

Cogí mi espada y me eché al hombro mis cosas. Hacía ya algún tiempo que encontré una manera de escapar por mi habitación, así que fue fácil pasar desapercibido. Monté en uno de los caballos, ya que aún no tenía asignado uno propio, y simplemente, me fui.

Pronto empezaría mi aventura. Y no sabía hasta dónde podría llegar.

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