Le recuerdo. Recuerdo como cuando lo hacía poco tiempo atrás y se me escapaba una sonrisa y mi corazón me suplicaba que fuera a verle. Sus ojos cargados de amor, su sonrisa y sus caricias. Sus besos.
¿Cuánto de eso era real? Ahora los recuerdos son fríos y lejanos. Incluso cargados de una mala ponzoña llena de duda y rencor. A veces pienso... "con todo lo que hice por ti, y así me lo agradeciste". Luego desearía no haberme esforzado tanto por algo que no era real.
No puedo creer en sus palabras, tampoco en sus actos. Le veo a través del agua, leyendo la carta de ruptura política que mi hermano le envió días atrás. Por lo menos ahí no finge, no tiene que mostrarme una máscara de sí mismo.
Parece enfadado, era de esperar. Siempre fue un hombre iracundo y orgulloso. Maldice al viento, o más bien, me maldice a mí.
La verdad, Marousse... Yo también te he maldecido en otras ocasiones.
Diría que me arrepiento, que me siento mal por esta ruptura. Pero sería mentira. No deseo la guerra, la temo, pero en tus manos está llegar a esa solución. No me sorprenderá si la declaras, aunque tendré mis cartas bien escogidas.
Solo espero jugarlas bien.
Maldito seas, Marousse... porque encendiste el odio en mi corazón.
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