25 ago 2016

El recién llegado a la ciudad había hecho su entrada. Después de tanto tiempo sin dejarse ver por territorios suecos, casi se le daba por desaparecido en unos años. Alguien que permanecía tranquilo en su trono en la lejanía no tenía motivos para visitar otros reinos, no sin que le preocupara algo.

Y mucho menos cuando tenían alguien en común que todavía permanecía con vida a pesar de los intentos por cambiar aquello.

El dueño del bar, que permanecía estático mientras observaba su paso, hizo una seña a los suyos para abrirle paso. Aquella visita se paseaba por el local con una estúpida sonrisa de seguridad, todo para hacer tiempo y hacerse notar. Si era inteligente, le invitaría él mismo. Así evitaría hostilidades innecesarias.

- Cuanto tiempo, Roberto.
- Rob. Robert. Cualquier cosa menos... tu versión del nombre, por favor. - le pidió con gesto conciliador aquel recién llegado. - ¿Cómo te va? - y retirando la mirada al que era un guardián de su jefe, alzo un dedo. - Una ginebra, por favor.

El gesto de aquel tipo fue de incredulidad hacia su jefe, sin saber cómo le había podido confundir con un camarero. Su jefe, sin importarle lo más mínimo lo ofendido que pudiera sentirse en aquellos momentos, le retiró a atender la petición.

- Bueno, se me pasa el tiempo preguntándome qué te habrá traído por aquí.

Rob acentuó la sonrisa, intrigado.

- ¿No lo sabes? Creía que adivinarías... que es aquella persona a la que arrollaste no las suficientes veces. La que no debería haber sobrevivido para no cumplir venganza. Juraría que lo adivinarías.

na copa apareció ante sus manos, cruzadas y colocadas sobre la mesa. Desde el primero momento esta fue ignorada, aunque el hecho de haberse hecho obedecer parecía satisfacerle.

- Pronto tendrá solución. - respondió el anfitrión, apretando el bastón que sostenía entre sus manos con fuerza, haciendo crujir sus gastados huesos.

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