6 ene 2016

El camino se hacía más largo aunque el tiempo siguiera corriendo. Las llamas y el humo quedaban en la distancia, como un mal recuerdo persistente en sus memorias.

Lo poco que les quedaba permanecía con ellos, valiendo menos que nada cuando comparaban con los que habían conseguido dormir en el traqueteo de la carreta. Incluso los niños habían conseguido dormir, bien arropados entre sus progenitores.

Iefel, habiendo esperado suficiente, se atrevió a encender un candil con el que iluminar el camino para así aventurarse a espolear en las bestias que los transportaba algo más de velocidad. Miró hacia atrás para asegurar de que a nadie había despertado con la fuente de luz, y sólo vio las miradas que adivinaba antes, en la oscuridad, entonces oteando el horizonte. La que no encontró fue la de Ethan, que había logrado permanecer cerca de Therin mientras estrechaba entre sus brazos a su amante y a su hijo.

En ese instante, acariciaba el cabello de su única hija, y suspiró con evidente frustración. Cuando sus miradas se encontraron, pudieron ver la misma sensación de pérdida.

- Vas a recuperarla.

Ethan asintió, sin hacer falta más explicaciones.

- Como sea. - fue su única respuesta.
- Hay mucho que perder... - se atrevió a responder Iefel en contra, temiendo lo que podía llegar de aquella determinación. Y su mirada se desvió hacia su tierna sobrina.

- No tiene por qué saberlo.

El silencio volvió a adueñarse de ellos, envolviéndolos, sólo dejando espacio para los pensamientos más profundos. Llegaría el día en que aquellas tierras volverían a arder.

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