14 may 2013

Tomando la ciudad blanca

No sabía que sería tan fácil entrar. Aquellos agentes del bien y de la paz, montados en sus esplendorosos dragones, estaban demasiado confiados en sí mismos como para percibir la realidad que se cernía sobre ellos. Apenas repararon en nosotros cuando entramos, la primera cuadrilla enviada.

- ... ¿De veras? ¿Hemos entrado? ¿Tan fácil? - preguntó uno de los más jóvenes. Sangre nueva, furia imparable.

Alcé suavemente una mano, para que contuviese su excitación y nervios. No necesitábamos ser descubiertos por el muchacho, dejaría de ser útil.
Cuando todo parecía tranquilo, le contesté.

- Claro que sí... - repuse, sonriendo casi - Creen tener la batalla ganada, así que no se preocupan por sus fronteras...

- Bueno... al fin y al cabo - comenzó a reírse, sin hacer ruido - no hay fronteras en el aire.

Nos convenía el buen humor, llevabamos demasiado tiempo esperando a esta oportunidad. Aunque tampoco le convenía a él relajarse. Podría acabar como aquellos a los que teníamos por misión liquidar. Su desaparición, por llamarla así, podría ser conveniente para mí.
Podía ver desde mi posición el palacio que era el núcleo de la ciudad. Allí estaban los manuscritos que se habían conservado desde incontables años.

Pero no nos interesaban. Ataques moderados. Pequeños. Pero intensos.
Algunos cabecillas debían perder la vida en esta acometida, y poco a poco más de ellos. Tardarían un tiempo en darse cuenta de los continuados ataques, si es que eran un poco listos. Pero antes de eso, ya habríamos allanado el camino.

Notaba su respiración acelerada, esperando a la mínima señal para comenzar, para entrar en acción. Era divertido observarle, como si fuera un perro deseando correr salvajemente. Pero no tenía sentido hacerle esperar más.

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