2 dic 2018

"Simplemente... no están"

La reunión se había prolongado demasiado tiempo, y lo único que había pedido para sí misma eran unos momentos de soledad en sus jardines privados. Alexandra todavía escuchaba las voces que continuaban demandando atención, proponiendo iniciativas absurdas, destinando recursos a causas que estaban arruinando la nación...

Cuando había pasado una hora que sabía a poco, la encontraron. Sus doncellas conseguían eliminar esa sensación de ser constantemente perseguida, pero no cuando cargaban esa expresión. Traerían la preocupación habitual, la expresión de que debía volver a la circulación de palacio donde podían atenderla... pero también traían mensajes, podía verlo en su forma de tratarla. Por más que siguiese con la mirada a Mya, no conseguía encontrarla.

Al final, se arrodilló en el suelo a su lado, solo entonces pudo tomar su mano con firmeza. Estaba fría, como de costumbre, pero esa vez temblaba.

— Mya. Dime. —le dijo, con infinita paciencia.

— Esa muchacha, su familia, Khaneres... — comenzó a decir, insegura. — Seguían estando bajo protección. Pero anoche una cuadrilla asaltó su casa. La matriarca ha sido encontrada, pero la niña y su madre no están. Simplemente... no están. — explicó, quedándose en un hilo de voz. Parecía querer explicar más, pero no había forma de hacerlo.

Alexandra permaneció estática, mirando hacia ella pero sin ver absolutamente nada durante unos segundos. La suave brisa que atravesaba el jardín hasta llegar a ellas era lo único que podía sentir en aquellos momentos. Poco más tarde llegaría la incredulidad, el frío abrazo del miedo y también el veloz despertar de la ira.

Temblando junto a Mya, Alexandra soltó la mano de su doncella y se levantó. Miró a su alrededor, sintiéndose atrapada. Solo en el cielo que comenzaba a cubrirse de nubes encontró refugio.

Todas las doncellas se retiraron, temiendo su ya conocida ira.

Una vez sola, comenzó a buscar explicaciones en su mente, a gran velocidad.

Podían estar presas, ocultas, lejos de su protección.
También muertas, y con su supuesta desaparición distraer su atención del verdadero punto de mira.
Pero había posibilidades de que huyeran, hacia ninguna parte. Todo lo que había más allá de las fronteras era muerte y desasosiego.

Todas esas posibilidades hacían que su corazón se acelerase, o simplemente se añadiese un peso adicional a su corazón, más allá de todo lo que su posición le obligaba a cargar. Simplemente no podía más.

No podía continuar acercándose a personas en las que veía luz, para ver como estas eran tocadas con la oscura niebla que se cernía sobre la nación... y que surgía de la misma capital. Todo lo que tocaba, era destruido.

La ira que temían las personas con las que compartía su vida, Mya y tantas otras, no llegó. Solo una frágil calma con la que debía proceder a partir de entonces, que solo ocultaba un miedo mayor de lo que podía gestionar.

Las Khaneres volverían a casa... y quizás ella misma las encontrase.

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