15 ago 2018

Buscando nuestra luz

Había tomado el caballo en silencio y se alejaba del campamento. No tenía mucho tiempo para comprobar si le pillaban, merecía más la pena intentar escapar y buscar, seguir buscando.

Aunque fueran solo unos días más.

Se montó rápidamente, al alba, y espoleó al caballo. Ya creía escuchar movimientos de suscompañeros de viaje, pero no había tiempo. Volvería, eso sin duda. Aunque cayera una indudable tormenta por sus acciones, no lo lamentaba.

Quizás pudiera detenerla, convencerla de volver a casa. Quizás...

Hubiera seguido pensando en las múltiples posibilidades que había si la encontraba, pero algo se i

nterpuso en su camino... literalmente. Ethan había logrado saltar para placarle aún en la montura, tumbándola de esta.

El caballo, asustado, siguió corriendo un poco más, y quedó en la distancia. Mientras, Noruber intentaba alzarse del suelo zafándose de su atacante. Podía ser cualquier cosa, y estaba dispuesto a
luchar. Cuando logró quitarse la capa de la cara para poder ver, los puños que tenía alzados para el combate... casi se lanzan a por Ethan.

Este estaba en el suelo también, haciendo por levantarse pero con más lentitud... y por supuesto más quejidos de dolor.

— ¿QUÉ HACES?

— Ay... pues tú que crees. — dijo Ethan, por fin en pie, para crujirse la espalda poco después. — No puedes marcharte así.

Ambos se contemplaron durante unos momentos, sin saber qué hacer o qué decir exactamente. Podían tener que echar a correr una vez más, para objetivos contrarios, y debían estar preparados.

— Estaba a punto de hacerlo, no puedes impedírmelo siempre. — acabó diciendo Noruber, bajando la posición de combate, mirando hacia el suelo.

— Pues lo intentaré. Porque hay gente que te necesita ahí atrás, de donde venimos. — le recordó, encarándose.

En su rostro había tanto cansancio y tristeza como frustración y determinación en el de Noruber. Al final, esos primeros sentimientos parecieron contagiarse.

— Ella volverá. Siempre vuelve. — le recordó, tocándole el hombro suavemente.

Y en el silencio de la mañana, los dos no tuvieron más remedio que abrazarse. Una de esas pocas veces que ocurría, pero más necesaria que nunca.

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