18 oct 2012

Un nuevo huésped

Mi nombre es Dasha, o más bien, era. Nací en Moscú, al norte, en una familia más bien modesta pero a la que nunca le faltó de nada.
Mis padres siempre se dedicaron a mí y a mi hermano en cuerpo y alma. Nos cuidaban, nos llevaban de viaje, desde a otras ciudades de Rusia, hasta a países como Francia o Italia. Sólo nos dio tiempo a eso, porque pronto nos separamos.
Mi hermano y yo nos hemos querido mucho, a pesar de que de vez en cuando nos hemos provocado mutuamente para molestarnos, pero eso lo hacen todos los hermanos, ¿no?
No he mencionado que él era más mayor que yo, concretamente ocho años.

El intervalo justo para evitar más catástrofes.

Mis padres trabajaban juntos. Se dedicaban a la investigación, al hallazgo de nuevos inventos para mejorar la calidad de vida y hacerla más fácil.
Aquel día fatídico las cosas se tornaron, y uno de los experimentos salió mal. Tan mal que... provocó que casi medio edificio saltara por los aires, incluyendo a las personas más cercanas, entre ellas... mis padres.

Mi hermano y yo nos quedamos solos, y ambos nos refugiamos en el otro. Yo apenas tenía diez años, y mi hermano estaba a una semana de cumplir los dieciocho, por lo que las cosas salieron peor aún. Los servicios sociales querían llevarme, y en esa semana tensa y cargada de dolor, conseguimos que mi hermano se hiciera cargo de mí en términos legales.
Si nos hubieran separado, ambos habríamos perdido la cabeza.

Kai, que así se llama, es actualmente un hombre atento, un poco asustadizo a la hora de cuidarme y en gran parte, sobreprotector. Pero dentro de nuestro drama familiar, no lo veo fuera de lugar. Incluso yo misma era protectora.

Yo, a partir de los diez años, me fui convertiendo en una muchacha tímida y reservada, asustada del mundo que me rodeaba. Siempre me ha encantado todo tipo de arte, por ello empecé a estudiar piano y violonchelo, y por fin ya conseguí entrar en la carrera que tanto anhelaba. La de música, claro está.

Como mi hermano terminó pronto de estudiar para trabajar y mantenernos a ambos, yo misma encontré trabajo en un pequeño restaurante, pero bastante lujoso, donde podía deleitar a los comensales con mi gran piano de cola. No pagaban mucho, pero cualquier aportación era buena, y mientras no descuidara mis estudios, a mi hermano le parecía bien.

Y... ocurrió.
Finalmente llegó mi momento.
Hace una semana, mientras salía con paso ligero del trabajo, como de costumbre, me descuidé. Decidí cambiar mi ruta, ya que era más tarde de lo habitual y mi hermano me estaba esperando. El problema era que... ese camino estaba oscuro, y ya era bien entrada la noche, por lo que se veía aún menos.
Comencé a escuchar pasos tras de mí, cada vez más cerca, hasta que me puse histérica y comencé a correr. Y esa persona también lo hizo. Pero era más rápida que yo, por lo que logró alcanzarme, justo antes de salir del callejón.
Era un hombre mal vestido, con un aspecto andrajoso que indicaba una adicción a algún tipo de droga. Me apuntó con una pistola.
Me pidió que le diera todo el dinero que llevaba encima, el móvil y todo lo que tuviera valor, cosa que hice sin dudar. Temblando de miedo se lo entregué todo, pero a él no le pareció suficiente por lo que me gritó que se lo diera todo.
Llorando le juré que no llevaba más, y que me dejara marchar. Para demostrárselo metí la mano en el bolsillo. Ese error provocó que mi atracador se pusiera aún más nervioso y apretara el gatillo en acto reflejo.

Sentí una gran corriente de dolor por todo el cuerpo, no solo donde me había disparado. La sangre emanaba con violencia de mí, y apenas pude tapar la herida, porque ya estaba en el suelo cuando me di cuenta.
Lo demás... fueron solo momentos dispersos.
Un atracador escapándose. El sonido de unas sirenas. Alguien acercándose y cogiéndome, gritando que había perdido demasiada sangre. Luz, oscuridad. Descargas y más dolor. Luego... nada.

Había muerto. Pero antes de hacerlo completamente, algo llegó para ocupar el sitio que mi alma había dejado vacío.

Y yo... me marché para no volver jamás.
Ni siquiera el olvido se apiadará de mí.

Ahora que mi cuerpo es tan solo una carcasa para un huésped hostil, no me queda otra solución que procurar descansar en paz.

1 comentario: