19 oct 2012

Vida

Todo es confusión.
Estoy en un lugar oscuro del que llega algo de luz. Pero al mismo tiempo no estoy. Es extraño, es... como si no sintiera mi propio ser. Luz, oscuridad. Calor, frío.
Poco a poco comienzo a percibir mejor lo que me rodea. Personas no muy claras, que dicen mi nombre, ¿pero es de verdad mi nombre? Aún no lo asimilo.
Empiezo a notar como lo que antes no existía se extiende más y más. La herida abierta, sangrando, y una gran punzada de dolor. La vida se me escapa, lo presiento.

Calor y luz emanan de mi interior. Como un torrente de energía que fluye, aliviando mi calvario, para cerrar la herida de mi costado y evitar la huida de la vida que acabo de nombrar mía.

Todo parece calmarse, aquellos que decían mi nombre luchan por mantener el calor de mi cuerpo. Ya está, se acabó vagar sin rumbo por el Abismo.
Ahora me aferro a la vida, y esta me cubre con su cálido manto mientras yo me sumo en la oscuridad, a esperas de regresar al fin a la luz de un nuevo día.

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