20 ago 2012

Mi vida

Habían pasado diez u once meses desde que me fui de casa.
Gracias a Anya había logrado mantenerme oculta de mi familia y sobre todo, de Evan. Ella era mi compañera, también trabajaba para él, sólo que a ella no le importaba estar donde estaba. Y además era una gran amiga que me apoyó y animó durante todos esos meses.
Aunque en realidad era complicado levantar cabeza.
Me vi sola, en aquella habitación tan pequeña, rodeada de paredes sin ninguna ventana que me enseñara el exterior. Y además ese pequeño detalle que se movía en mis brazos, cálido y frágil.
Yuri, lo llamé. Pero sabía que pronto ese nombre cambiaría si en un futuro a alguien no le gustaba.
Era rubio, como yo. Y más adelante pude ver que sus ojos eran verdes. Quizá como su padre, sin embargo nunca lo supe.

Aún estaba indecisa, en el fondo no quería entragarlo. Pero a mi lado no tenía ningún futuro, y ya éramos demasiados sufriendo en este mundo. Él no merecía sufrir también.
Anya me ayudó a tomar la decisión definitiva y a llevar a cabo los trámites necesarios.

Pude ver a la nueva familia, una mujer amable, llamada Ilona, bastante guapa en realidad, que sostenía a mi niño con gran ternura. Y él, Andrei, bueno... no me parecía la clase de hombre que hiciera daño a los suyos. También se encariñó de Yuri.
A pesar de mi miedo logré mantener una conversación con ellos. Por alguna circunstancia de la vida, a ellos les gustó el nombre que le puse. Y además me ofrecieron la idea de verlo cuando quisiera, cosa que rechacé.
Al menos... decidieron mantenerme informada de la situación de Yuri, e incluso prometieron mandarme fotos. Sabía que me dolería, pero ellos insistieron tanto que acepté.

Es extraño... a día de hoy, aún no he recibido ninguna noticia.

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