26 feb 2012

Comienzos XV

Poco a poco el tiempo continuaba pasando. Nublé por completo cualquier tipo de sentimientos hacia aquel espectro de mi vida que un día conocí en las mazmorras de mi castillo. Ya no sentía nada, o eso quería creer. Pero lo cierto es que el tiempo lo cura todo, y aquella espina abandonaba mi corazón como mis recuerdos hacia él.
Y... estaba tan convencida de que no existía que en ocasiones me sentía ridícula por haberme enamorado de un ser imaginario.

Después de mi negativa a Norman nada cambió. Me gustaba hablar con él, conocerle. Sin duda era un buen hombre que se preocupaba por hacer bien las cosas y agradando a aquellas personas que intervinieran en ellas. Mi padre bueno, se enfadó un poco porque ninguno accedimos a casarnos. Ni él volvió a hablar del tema ni yo estaría dispuesta a ello.
Pero si ocurría, tenía una respuesta clara.

Al contrario que mi hermano Iefel, quién ya estaba más seguro de sí mismo con el tema de su compromiso. Sentimientos había, los veía en sus ojos. Pero nunca me atreví a preguntarle al respecto.
Y Dorek seguía creciendo, hasta alcanzar un poco de madurez (un poco) y parecer ya un muchacho fuerte y decidido. Pero sin duda, mi pequeño hermanito al que tocar las narices siempre que encartaba.
Sí... mi pequeño hermano para cuidar.


Como de costumbre, en uno de mis días encerrada en mi aburrido castillo, me encontré con Norman. Desde que mi padre me castigó no veía mucho el exterior, solo por las noches, cuando me escapaba sin que nadie me viera. Me sentía como una sombra que de algún modo u otro podía ayudar a aquellas personas del pueblo necesitadas. Además, en una de mis escapadas conocí a un extraño muchacho misterioso que jamás mostraba su rostro. Tampoco me desveló su nombre, ni siquiera sabía si era elfo o no...
Pero solo nos reuníamos para ayudar a personas y sentirnos de alguna forma... héroes.

El caso es, que de nuevo estuvimos paseando mientras hablábamos. O bueno, más bien hablaba yo. Norman estaba un poco ausente ese día, y aquello me hacía sentir un poco extraña.
Llegamos al jardín y al sentarnos al fin pude hablarle al respecto.
Continuaba en silencio, pensativo.

-Os encuentro un tanto... ausente hoy.
      
-Querréis decir ahora, es dificil ausentarse en vuestra presencia.
                     
-Bueno, no sé si estaréis ausente cuando yo no esté. El caso es que ahora mismo lo estáis.
      
-Estaba pensando... acerca del momento que podría cambiar mi vida para siempre... Lo hará sin remedio, si lo pienso bien.-Presentía a dónde quería llegar, sin embargo no quería darlo por hecho.
                       
-¿Cuál es ese momento?-Pregunté.
      
-Un momento en el que pongo mi corazon en vuestra mano.-El corazón se me aceleró de golpe y durante un momento dejé de respirar. Ya estaba preparada para ese momento, sabía que llegaría... pero...
Me tomó de la mano y se colocó frente a mi, arrodillándose lentamente. Suspiró, nervioso.
Solo pude mirarle con una mezcla de sorpresa, nervios y vergüenza. Sentí el rubor en mis mejillas.

-Humildemente os pido... sed mi esposa.

Me quedé sin palabras, a pesar de tener clara mi respuesta. Lo miré a los ojos y él hacía lo mismo, pero agachando la cabeza. Era difícil, pues... realmente no lo amaba, al menos en ese momento. Guardaba la esperanza de amarlo algún día, y el miedo de no hacerlo jamás.
Conseguí el valor y la fuerza suficiente para responder con algo de elegancia y sinceridad.
                     
-Si mi vida ha de cambiar en algún momento, que sea este. Será un placer casarme con vos, Norman.

Al aceptar, sentí como me tomaba la mano con más fuerza, mientras la acariciaba. Después alzó la cabeza y pude ver su sonrisa, aunque contenida, discreta.
Se levantó y besó mis manos, mientras yo sonreía y temblaba al mismo tiempo.

Suerte que en ese momento no miraba mis ojos, pues aquella sonrisa no llegaba del todo a mi mirar.

Pronto le dije que tenía que ausentarme, y sin demasiadas palabras más me dirigí hacia mi habitación. Casi no había llegado y ya había comenzado a llorar. Pero no era tristeza. Tampoco felicidad.
Nunca fui una mujer que accediera a ese tipo de compromiso sin sentir realmente algo por la otra persona.
Me crucé con Iefel, pero si me vio llorar no me comentó nada ni tampoco hizo algo por consolarme. Afortunadamente, pues quería estar sola.

Al llegar a mi habitación cerré la puerta y me dejé caer sobre mis sábanas, las cuales empapé en poco rato.


¿Era yo capaz de casarme sin amor? ¿Podría enamorarme algún día de Norman?
Quería pensar que sí. Realmente tenía que hacerlo así, al menos lo primero.
Suspiré. Lo había hecho y... deseaba con todas mis fuerzas que aquello saliera bien.
    

2 comentarios: