12 oct 2018

La cuenta atrás

Las pruebas se repetían una y otra vez. Un nuevo ensayo para asegurar que el evento sería perfecto, cumpliría las expectativas de todos los presentes y se cumpliría toda la gloria que pertenecía al imperio. Y a cada nueva repetición pensaba en que nos acercábamos más al fracaso más absoluto.

Gente que llega tarde.
Mis nietos se escapan.
Catherin decide que es mala idea e interrumpe la unión.
Iefel se desmaya para no despertar hasta al menos el día siguiente.
Sol se desmaya también, solo que debido al alcohol.

Solo de pensarlo me entran ganas de desaparecer, esconder la cara tras las manos... y es entonces cuando interrumpo otra sesión, solo que de vestuario. Me miraba al espejo y apenas me reconocía. Aquella opulencia, aquellos gastos, aquellas personas que iban a entrar en mi vida y que significarían más de lo que yo deseaba pero no en el sentido que yo deseaba...

Dejé que me quitaran la ropa que debía llevar en el gran día y me dejaron a solas. Cuando volví a cruzar mi propia mirada en el espejo fue cuando encontré a otros ojos sobre mí. Moira sonreía de forma tímida, apoyada en el marco de la puerta. Cuando la descubrí, se mostró más divertida, y entró en mis aposentos.

— No serán dudas eso que veo, ¿no?

No pude más que reírme, intentando esquivar la pregunta.

— Si me dices que tú no dudarías, entonces puede que empiece a sentirme mal. — le respondí. — Pero no, no voy a dejar que... los nervios me ganen esta batalla.

Ella estaba lo suficientemente cerca como para darme un toque en el brazo, un gesto cariñoso con el que quería darme ánimos. Después se alejaba, dejándome la posibilidad de regocijarme en esa sensación.

— Hace unos días tomé una decisión... y parece que las personas implicadas están también de acuerdo. — me comentaba, y esperé en silencio a que resolviera mi intriga. — Creo que no seguiré mucho más tiempo aquí, de momento. Tu hijos y sus familias me acogerán en Aevloran... hasta que todo pase.

Ella cerró los ojos para acariciarse la frente, quizás pensando en lo que había dicho. No era grave, solo era una extraña forma de referirse a la unión: como una terrible tormenta.

Asentí, solo podía hacerlo mientras ponía en orden mis pensamientos.

— Eres... una gran parte de la felicidad de Morrow. Y también eres parte de mi vida. Quiero que estés aquí, que tengas ganas de... regresar a casa. Así que no lo dudes, cuando estés preparada.

Un abrazo sería lo ideal para culminar aquella conversación, después de todo, pero no llegó. Quizás cuando volviese, cuando se cerrasen todas las heridas... y por fin formasemos una familia unida.

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