8 sept 2018

Huyendo en mitad de la noche

Las noches resultan más frías en este maldito lugar. Ya no hay refugios, ni para el cuerpo ni para el alma, en el que olvidarlo. Ojalá tener esos refugios.

Me miro las manos y siento como se congelan por momentos, haciéndome perder la movilidad de las mismas. No siento los dedos, ya no responden a mi voluntad. Pueden volver a estar bajo mi control, como otras veces ha estado pasando. O puede ser la última vez que pueda dominar mis movimientos, si esta nueva condición termina apoderándose de mí.

Me ha ralentizado. No, me ha detenido por completo.

Todavía puedo ver las luces de su campamento desde aquí. Podrán verme en este desierto que parece infinito, con toda la furia por el abandono, cuando aparezca de nuevo la estrella por el horizonte. No debía escuchar, no debía estar ahí. La urgencia de un mensaje de la guardia me hizo olvidar la privacidad del momento.

Ahora, mientras espero a que llegue el calor de nuevo a mi cuerpo para retomar el camino, pienso si agradezco haber escuchado secretamente... o me arrepiento amargamente de ello.

Quizás en este camino que estoy por descubrir encuentre la forma de dominar a ese ser que observa desde otra dimensión. Dioses, ni siquiera puedo entender exactamente cómo funciona, por qué y si alguien puede pararlo. Pero si va a hacer presa de mí, encontrará a otras víctimas con las que hacer daño... y puede que no todo sea tan terrible.

Todo esto me hace cuestionar el valor que tiene mi vida ahora mismo, el daño que podría evitar al desaparecer de todo y para todos. Sigo caminando para no pensar en ello, no todavía.

Si voy a morir, que el horror de mi cadáver no sea encontrado.
Y si voy a vivir, que no sea para convertirme en una amenaza para aquellas personas que he llegado a amar con demasiada intensidad.

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