30 jun 2017

Andrea + Sonjaine

Cuando miro al cielo, ya sea en el núcleo de Estocolmo o en un claro en los bosques colindantes, me siento pequeña, insignificante. Suelo huir de esa sensación, me incomoda y me hace pensar en el final inevitable.

Pero hoy, esta noche, la he buscado, la he necesitado.

Mientras sentía que me ahogaba en el dolor y en su ausencia, necesitaba sentirme insignificante para el resto del mundo, prescindible incluso para mí. Si me centraba en esas sensaciones, dejaría de doler, de sangrar.

No funcionaba, y casi me aferraba a cualquier cosa que me pudiera alejar de toda aquella despedida. Sentía que era un error, estando rodeada de toda esa gente que la extrañaría pero que nunca sabría como era realmente. Con todo era allí donde debía estar. Por Lena, por Sonja, por Falk. Por Dasha, después de todo.

Por eso no esperaba encontrarla a ella.

Fue como un bálsamo, frío para este fuego que debería consumirme pero no me hace morir. Fue extraño, pero la situación lo hizo posible. No quería dejarla escapar. Ahora que marchamos para dejar a Lena en algún seguro hasta que se recupere, pienso si debería haberla presentado a los demás, para comprobar si surtiría un efecto parecido.

Quizás podríamos sanar junto a ella, mientras descubrimos qué es lo que la hace tan posible.

Mientras pasan las horas, descubro que mi miedo por no entender qué me estaba haciendo ha cambiado para ser el miedo a no volverla a ver.

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