10 jul 2018

A vuestra salud

Este aroma me recuerda a cuando, antaño, me escapaba de mi castillo para simplemente conocer el bosque, descubrir que no había nada nuevo que encontrar en él salvo esa paz y tranquilidad.
Hace mucho tiempo que no la siento, no hay manera. Esa parte oscura de mí es demasiado extensa y llega hasta cada rincón de mi cuerpo, gritando para acallar los susurros de una Catherin que implora ser liberada y bañar el cuerpo de bondad. Pero es un río en comparación a este océano de oscuridad. Solo el opio me ayuda a escuchar un poco esos murmullos, o al menos, a dejar de escuchar los gritos. Ninguna otra cosa me ayuda, eso me inquieta a la par que me alivia.

Aquí, tumbada en este bosque apenas explorado, observo al infinito, un cielo en pleno ocaso que deja ver poco a poco el fin del día. Un día más como todos, carente de calma.
Me pregunto sobre la ingratitud de los seres que nos crearon y me río al pensar que después de todo lo que he hecho, mi final está escrito. Es curioso como ellos son incapaces de nadar dentro de mí y conocer la injusticia de esta condena. Lo observan todo, si es que lo hacen, sobre una torre envuelta en una cúpula de indiferencia y egoísmo. Ya no quiero suplicarles un perdón que sé que no merezco. Pero al mismo tiempo me enfurece saber que otros hicieron acciones terribles, más que incluso las mías, y nunca fueron condenados de este modo.

Ya he cumplido mi primer requisito para condenarme eternamente, supongo que en parte es lo que estaba establecido. El odio es un sentimiento demasiado poderoso, y el primer requisito para seguir odiando.

Cada uno de mis actos son a vuestra salud, ingratos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario