15 sept 2017

Tregua y encuentro

Hacía tiempo que no vivía una noche tan breve. Todas las que sufro desde mi nuevo despertar son largas, pausadas, demasiado tranquilas. Se me escapan en el ir y venir de todos los que cruzan la calle para dejarse caer por el bar del que me he apropiado.

A veces incluso dicen que debería desaparecer por algunas horas, o días, porque podría dar mala imagen en el local. Creo que no les falta razón.

Estaba pensando en no desaparecer aquella noche cuando recibí la llamada. Parecía que por primera vez aquel acuerdo de paz, aquella tregua, empezaría a ser efectiva.

Estocolmo me parecía una ciudad horrible desde el momento en que llegué. Pero podía deberse a que estaba encerrado y limitado de la peor de las formas. Cualquier lugar me parecería horrible de haber viajado más. Mi alma, una vez tocó la carne, no está hecha para vivir sin un cuerpo mortal.

Una vez encontré lo que querían y lo pusieron a salvo, observé cómo se comportaban.

Todos habían cambiado mucho. La mujer que había sido fantasía en mis pensamientos más crueles y nombre que me robaba el sueño, ahora parecía débil, frágil y completamente desnuda sin los dos perros guardianes que había tenido como protectores. Incluso ellos parecían diferentes. Uno más asalvajado, como bestia que era; y otro más difuso, perdido en esa realidad.

Todo eso lo había destruido yo, con mis propias manos. Y un extraño placer volvió a sacudirme las entrañas. ¿Podría volver a hacerlo? Casi ha vuelto mi apetito.

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