El aroma del chocolate caliente inundaba por completo aquella biblioteca llena de libros antiguos cuyo perfume se mezclaba con el elixir. Carl sujetaba la taza y la colocaba cuidadosamente sobre las manos temblorosas de Clarice. Ella observaba el vacío con los ojos aún enrojecidos por las lágrimas. Carl, paciente, se sentó a su lado y aguardó durante unos minutos hasta que no pudo callar por más tiempo.
- No deberías volver a entrar ahí.- Le dijo del modo más calmado que pudo.-Y no es que sea el consejo de alguien que sabe más que tú, pero te veo sufrir.
- Debo hacerlo, por Lili.- Respondió Clarice con voz cansada y grave.
- Tiene que haber otro modo. Esa muchacha, Era, ¿no conocía los enredos de la curación?
- Era teme volver a perder a su Daemon. Y es lógico, sobre todo con la amenaza de esos seres que aparecen al mínimo rastro de magia. No, no quiero ponerla en peligro.
- ¿Y a ti sí? Si tus haces magia tras haber conseguido aprender la Esfera de la Vida, esos seres podrían darte caza.
- No si cerramos los portales.- Aseguró ella.
- No sabemos si ese plan completamente de locos va a funcionar. No me fío, Keira. Y esa sala es sádica. Debe haber otra manera.
- Pero no sé cuál.- Cortó Clarice, frustrada, dejando el chocolate sobre la mesa.- Tengo que hacerlo, por mi hija. Aunque tenga que revivir la muerte de mi marido mil veces, o la huida de mi hogar, o incluso el dolor que sentí cuando Morton...- Suspiró, triste, secándose las lágrimas que volvían a aflorar. Carl apartó la mirada, dolido.- Tú tienes una hija. Apuesto lo que sea a que harías lo mismo. Apuesto que no te importaría revivir su muerte.
-Basta, por favor.- Pidió Carl, temblando por ese recuerdo que no soportaba revivir.
- Lo siento, no pretendía herirte. Solo... necesito que lo entiendas, Carl.
- Está bien, lo entiendo, pero déjame ayudarte, por favor.- Imploró, derrotado.
Ella únicamente colocó la cabeza sobre el hombro de Carl y suspiró.
- Ya lo haces.
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