16 dic 2016

Promesas

Ahora siento una extraña soledad en la que estoy acompañada. Esa ausencia en mi mente, ese calor en mi pecho. Ese abrazo de alguien ausente. Nuestro despertar tras una noche inolvidable, donde pudo dormir por primera vez. Quería que el tiempo se detuviera, que jamás volviera a salir la estrella, que los demonios olvidaran nuestra existencia.

Pero la soledad es inevitable. Y el tiempo pasaba de forma tan cruel que a cada segundo se lo llevaba más lejos de mí. Desaparecía, no podía tocarle como antes, como esa noche. Cada vez menos, hasta que mis dedos solo acariciaban la nada.

- Te quiero.-Le oí decir, ya tan lejos.
- Y yo.-Conseguí responder cuando ya apenas era ausencia.

Y no sé si volveré a ver su mirada, si volveré a escuchar su voz, que me hacía sentir que nunca estaba sola, si podré cumplir la promesa que le hice si me falta un pedazo tan grande del corazón. Se lo ha llevado, de forma inevitable.

Solo me queda esperar a que pase el tiempo acordado y rezar, irónicamente. Rezar por poder recuperarle como antes y cumplir el trato que hicimos. Hasta entonces... escribiré y le ordenaré a mi mente que está prohibido olvidarse de él.

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