29 ago 2011

Promesa para cumplir

Hacía tiempo, o quizás no recordaba, que no sentía este tipo de miedo. Realmente estaba asustado, como si una mano de hierro me agarrase el corazón y lo aprisionase con fuerza. Y por mucho que intentase liberarme, ahí seguía. Igual que la mirada de Sol, que seguía intentando ocultar todas sus emociones. Odio que intente hacer eso, porque es cuando más necesito que me abrace.

En aquellos momentos, estaba sentado frente a la hoguera, sin mirarme por mucho que le hablase o intentase llamar su atención. Pasamos unos momentos, eternos, en silencio, hasta que no pude más

- Así que... vas a irte, ¿no? - le pregunté
- ... Darlo por sentado es demasiado duro en este momento - me contestó, menos impasible
- ¿Y el silencio no? ¿Es mejor quedarse callado a esperar a que llegue el momento límite? - le insté sin soportarlo.

Me levanté, enfadado y dolido. Segundos después él me seguía

- La ignorancia es un enemigo. No saber que hacer es un pecado ahora, por lo que veo... - me contestó, abriendo más la herida
- ¡Por una vez, podrías intentar pedir ayuda y dejar de pensar que lo puedes todo tú solo! - le grité sin mirar quien me escuchaba. Al momento me arrepentí

Aquello le hizo callar, y pensar en lo que estabamos viviendo. Permaneció callado, con una mirada triste que no quiero recordar.

- ¡Estoy asustado, no quiero perderte! He encontrado algo bueno contigo, ¿lo entiendes? - continué hablandole, aprovechando su silencio - ¡No estoy dispuesto a perderlo ahora!

Cerré los ojos para contener las lágrimas. En poco tiempo él ya estaba sobre mí, abrazandome con fuerza. Le devolví el abrazo, sintiendo como me fallaban las fuerzas y la voluntad de seguir con aquella discusión. Solo quería cerrar los ojos y saber que no se iría. En susurros me lo prometió, y esa promesa es a la que me aferro con fuerza

28 ago 2011

Sensación

Al fin te tengo, mi pequeño. No importa a cuantos he tenido que matar para encontrarte, solo importa que estás aquí. Te he visto nacer entre mis manos, y te contemplo como un pequeño dragón blanco, tan pequeño como mi mano.

En ocasiones te transformas en mi niño, creo que es esa forma la que más me gusta, y disfruto con tu inocencia. Tan pura y blanca, curioso. Me recuerdas a mí.

Reconforta cuando me abrazas o me das un beso en la mejilla, incluso cuando muerdes suavemente mi oreja.

Sí, definitivamente, es agradable la sensación que produces.


[Diario XLIII]




26 ago 2011

Garabatos de desahogo

Ahora estoy descansando. Como debe ser. Claro, porque en mi estado no puedo hacer nada. ¿Pero cómo se me ocurre? No puedo beber alcohol en mi estado, pero vaya, ni una mísera gota, ¿eh? Ni para brindar, vamos. Bueno, es lo que pasa cuando estás encinta, y lo comprendo, ¡claro que lo comprendo!

Es que en mi estado tampoco puedo ir al Infierno. Tampoco es que haya cogido mucho cariño a estar ahí abajo, o arriba, en otra dimensión o lo que sea eso. No sé si es que el bebé va a hacer “boom” o algo por el estilo. Pero ahora que hay un niño que duerme con nosotros, cualquiera mantiene una relación amorosa. La culpa no es del niño obviamente, es mía, ¡por estar encinta! Además, es mejor que no haga nada, ¿y si con un movimiento brusco pierdo al bebé?

¿Tampoco voy a respirar por si las moscas le doy aire de más? ¡sería horrible!

¿Y luchar? Descartado lo primero. Aunque lo hago aún así, pero claro… ahora tengo que estar más pendiente a que no me den en el vientre. Odio tener un punto flaco tan sensible. Sin embargo, si me apuñalan me muero hasta yo, no hace falta estar encinta para saber eso.

Vale, y ahora fuera histerismos… Hob es mi niño, de eso no cabe duda. Y quizá el sea una prueba para saber cómo criaré a mi futuro hijo. Si lo hago bien entonces habrá algo bueno en todo esto, y si no… ¿voy a estar de este humor toda mi vida? Porque la verdad no me soporto ni siquiera yo.

Y la hierba que tengo guardada parece que cada vez me llama más alto.


[Diario XLII]



El plan

Aquella última luz era lo que simbolizaba la misión fracasada de aquellos mercenarios. Todos maldijeron por lo bajo y se encararon con todo aquel que osara desafiarlos con la mirada un solo segundo.

La torre de magia temblaba por momentos ante la ira de los altos hechiceros. Sintieron como perdían una gran fuente de poder en manos de un grupo de aventureros. El dragón plata había sido despertado, y pronto sería una criatura libre para decidir su destino y también su venganza. El tiempo que había pasado en la torre, encerrado, no había sido lo mejor para su alma pura. Todos rogaban para que, en su sopor, no recordase nada del daño sufrido por parte de los magos.

Uno de ellos se atrevió a romper el silencio con sus palabras, arriesgandose a ser el blanco de todos los allí presentes

- Podemos capturarlo todavía que es una simple cría - exclamó con vehemencia
- ¡Desde luego! - respondió otro, cercano al primero - ¡Robemos una cría de dragón enardecida, de manos de aquel grupo! ¡Un demonio, nada menos! Y un mago del Sol Negro. Infernalistas y renegados, ¡tarea fácil! - expresó con gran ironía

Muchos le dieron la razón a estas últimas palabras, comprendiendo el riesgo de aquella misión suicida, en caso de que llegara a realizarse. En cambio, el mayor de todos ellos permanecía inclinado sobre el orbe que les había mostrado la masacre. No había pronunciado palabra, pero tampoco había perdido detalle.

- Aún queda algo de esperanza para... renovar, esa fuente de poder ahora perdida... - dijo con voz queda - Pero tendremos que ser rápidos... Los hermanos del dragón de plata no deben despertar, no antes de que los encontremos...

24 ago 2011

A la noche

Esa mañana desperté mirando al techo de mi habitación, donde había un montón de pajaritas que colgaban del techo. Todas querían mirar hacia todos lados, como si hablasen o preparasen una fuga masiva de mi habitación. Pero allí estaba, y en cambio, Ivana no. Como de costumbre, ya lo tenía como algo normal por mucho que se lo pidiese.

Apareció por sorpresa mientras la llamaba con pereza, porque no me apetecía gritar demasiado. Me dio un buen susto, pero por suerte la abuela no me escuchó. Después de un rico desayuno y una buena ración de azúcar, la abuela me dejó dar un paseo con Ivana, aunque ella no sabía que iba acompañado

Era mi amiga invisible. Y también, mi mejor amiga. Nadie salvo yo puede verla, y a veces se ríen de mí porque creen que hablo solo. Pero no me importa. Me gusta cuando me hace reír, cuando me hizo creer que podía hacer volar una pajarita de papel. ¿Podría hacerlo también con las que había en mi habitación? Ella parecía sorprendida, ¡lo cual era genial! Siempre podía hacer de todo, y todo fuera de lo común. ¡Por fin podía ser tan guay como ella! Seguimos jugando todo el día, hasta que llegó la noche. Nos dormimos casi enseguida, casi no habíamos hablado.

Ojalá no me hubiera despertado esa noche. Ojalá no hubiera ningún motivo para que me despertara. Ivana estaba en el suelo, como dormida, y no se despertaba. Cuando fui a buscar a la abuela, una figura negra, como una sombra muy fuerte, me golpeó y me quitó el colgante. Me desperté después, con mucho dolor de cabeza.

La abuela no está, no la encuentro. Y no me gusta la cara que pone Ivana cuando piensa en que no tengo el colgante que ella me regaló. Todo esto es muy raro, y no quiero quedarme solo otra vez

22 ago 2011

Comienza la búsqueda

Ha habido tantas conversaciones. Finalmente pedí disculpas por mi comportamiento hosco, pero no le dije a nadie el por qué de él. Simplemente, creo que es algo que debo superar tranquila y en frío.

Hob estaba algo distante, al parecer sabía que lo buscaban, y no precisamente poca gente. En fin, es un dragón, era de esperar. Así que continuamos nuestro viaje.

Pasó el tiempo, “discutiendo” con Ethan, planeando a quién invitaríamos a nuestra boda, más cosas sobre el bebé… y de pronto vi algo luminoso acercarse hacia mí e impactarme en el hombro. El dolor y la sorpresa provocaron que perdiera el conocimiento.

Al divagar entre despertar o no, pude ver que se estaba dando lugar una pelea en el mismo sitio. Me levanté para ayudar y vi a un hombre hurgando en mis cosas. No tardé en librarme de él. Después al desviar mi atención, alguien me golpeó en la sien y cogió el huevo. Fue entonces cuando comencé a correr como nunca detrás de él, parándome de vez en cuando para lanzarle alguna flecha, siempre fallida. Finalmente lo perdí de vista, y el cansancio me venció.

Se me escapó la noción del tiempo mientras sentía el frió de la nieve y el dolor en mi cuerpo. No me di cuenta de cuando acabé en el suelo, tan solo me devolvió a la realidad el sonido de árboles crujir por doquier y la voz de Ethan gritando: ¿¡Dónde está!?

En fin, lo llamé y pronto estuvo a mi lado. Su cuerpo, siempre cálido, me reconfortó aún más en ese momento tan helado.

Y me sentía, y me siento tan culpable e impotente por no haber protegido el huevo… si no puedo proteger eso, ¿cómo protegeré lo demás en un futuro? Pero lo encontraríamos, sentía el dolor de Hob en alguna parte, y Sol me explicó que podría sentir más cosas próximamente.

Tenía razón. Después de continuar siguiendo algo del rastro de esa gente, sentí un fuerte dolor de cabeza. Era un dolor demasiado intenso, y dentro de él pude ver las montañas que llegaban hasta la torre de magia. ¿Sería un mensaje de Hob?

Cuando quise darme cuenta estaba a punto de caerme del caballo. Así que expliqué que el posible objetivo de esa gente era aquel.

Llegó un punto en que me adelanté, y encontré a un hombre frente una hoguera, con sus armas reposando a su lado. Quizá para blandirlas rápidamente en caso de que alguien como yo lo sorprendiera.

Y casi lo conseguí, todo iba bien, fui por detrás y lo amenacé con mi espada, pero se las apañó para apropiarse de una daga y propinarme un corte en la cara. Tampoco conseguí darle un golpe para que la soltase, y en ese momento se abalanzó contra mí, apuñalándome por el costado, cerca del pulmón y empujándome hasta que choqué contra un árbol. Ese golpe fue el que me aturdió del todo, pues me dolía toda la zona y no sabía dónde me había dado exactamente, por lo que tuve miedo de que hubiera sido más abajo.

Intenté dispararle con flechas o atacarle con mis espadas, pero solo me gané un puñetazo en la herida. Ethan tampoco respondía a mis llamadas, así que cuando vi que estaba a punto de atacar, me agaché y me arrastré para huir. No huir de él, sino simplemente tener un margen para descansar, pero estaba tan débil que sabía que me alcanzaría y me mataría.

Afortunadamente, vislumbré una pequeña bola de fuego que curiosamente fue a parar hacia él. Sol había llegado a tiempo, y me explicó que los habían asaltado. Comprendí entonces por qué Ethan no había venido, el pobre aún estaba inconsciente. Me desahogué llorando mientras Sol me abrazaba, porque fue ese momento cuando me fijé de que mi herida estaba más arriba de donde temía.

Ahora toca descansar, antes de proseguir la búsqueda de Hobsyllwin. Iré en tu búsqueda, pequeño. Te has convertido en algo más que un dragón. Eres mi niño.


[Diario XLI]



Desafío

Nunca nadie me había sorprendido. Aquella hoja había acabado en mi cuello, sin un solo ruido, acabando con todo su factor sorpresa. ¿Nada más que ofrecerme? Entonces, pagaría por ello.

Una mujer ya maltrecha y herida, confiada en sí misma y en su espada, que había creído poder vencerme de una manera tan burda. Me había sorprendido, cierto, pero aquella ofensa no volvería a suceder. Ya lleva en su rostro mi marca, aún incompleta. No tardaré en marcarla para siempre, y quien sabe, el silencio de la noche deja muchas preguntas en el aire. Y enmascara muchas hojas afiladas

20 ago 2011

Se consumen

Detesto mis cambios de humor. Aunque ojalá fuera solo eso.

Sabía que mi comportamiento estaba llegando a ser insoportable. He discutido con todos, con Ethan, con Iefel y con Sol. Pero ¿qué puedo hacer yo? Nuestro siguiente Destino consiste en recuperar nuestro castillo, y a mi solo se me ocurren formas radicales de hacerlo.

Sí, lo de siempre, espadas, cuchillos, sangre, dolor… Pero claro, esa no es la solución. Nunca es la solución a nada. Y en el momento que me lo dijeron lo supe, pero no me enfadé por saber que no llevaba razón, sino porque fue entonces cuando me sentí impotente. No se me ocurren buenas ideas que no tengan que ver con ello, no soy el cerebro del grupo. Colaborar en ese momento fue imposible porque todo tipo de pensamientos negativos hacia mí me acosaron.

Fue la conversación con Sol lo que me hizo explotar más en mí misma. Reconozco que en ese momento no sentí la redundancia de mis palabras ni tampoco escuché mi tono al decirlas. Pero en fin, le molestó.

Sin embargo es cierto, él nunca lo entendería. Ni él, ni nadie. No comprenden que… es duro renunciar a un sueño. Ya no tenía nada que ver con mi castillo, sino con los acontecimientos futuros. Tenía que ser responsable para evitar perder a mi bebé, y también responsable cuando naciera para alimentarlo, cuidarlo, dormirlo, cambiarlo, protegerlo, enseñarle, preocuparme…

Y adiós a mi sueño de ser guerrera. ¿Dónde queda eso?

A nadie le importa que poco a poco mis ilusiones se consuman.


[Diario XL]


¿Sin rumbo?

Finalmente sí, decidí rendirme al Destino y tener a nuestro hijo. O hija, ¿quién sabe?

En estos días tan fríos no he prestado demasiada atención a las náuseas, malestar o más apetito de lo común, sino más bien he estado atenta a que el frío de las montañas hace daño a mis pulmones. Sol no tuvo más remedio que quedarse abajo a pesar de haber llegado ya muy alto. Si no tuviera que buscar a mi hermano yo también me habría rendido. Lo más duro fue que Ethan se quedará con él, y haber permanecidos casi un mes separados, sintiendo solo algunos besos o caricias que me enviaba a distancia.

Por fin llegamos al pueblo, y allí encontramos a aquellas ballenas que flotaban de forma mágica, y además admitían pasajeros. Y así llegamos a la torre.

Erin estuvo mal casi todo el viaje. Nos sorprendió verla volver en tan mal estado, y me asustaron las pesadillas con ella y la vez en que los ojos se tornaron en un negro muy extraño y anunció que debía hacer este viaje sola. Aunque al final no fue así. Eso por lo menos fue mejor que encontrarnos con aquel azotamentes, al que pronto vencimos, pero nos provocó algunas pesadillas.

Y en posición de rezo, fingiendo buscar el camino hacia la Verdad, me sorprendí a mí misma en una sala oscura, en cuyo centro había un halo de luz que abarcaba una gema plateada. Sin darme cuenta había forzado la puerta hasta aquella estancia, y entonces lo que sabía que era mi Destino estaba cerca.

A pesar de cogerlo con una manta… tuve el deseo de tocarla, y al hacerlo me sentí llena de júbilo. Como nunca antes me había sentido.

Entonces vi a un niño de no más cinco años, que me sonreía y me tendía la mano. Quería permanecer conmigo y la verdad, sabía que merecía esa bendición.

Cuando salí alguien dio la alarma de mi pequeño hurto, y nos dejaron encerrados. Entonces ocurrió. Erin manifestó su parte oculta, la que jamás imaginé, y un azotamentes nació de ella. Asesinó a mucha gente, hasta que finalmente dio conmigo. Iefel me cubrió, yo sabía que no sería capaz de atacar a aquella criatura que antes había sido una amiga.

Una figura se interpuso entre nosotros, y asestó un único golpe cargado de gran poder hacia el azotamentes, dando fin a su vida.

Ya estaba a punto de echarme a llorar, cuando de pronto vi que aquel hombre era Dorek. Porque aunque me duela admitirlo ahora es un hombre, aunque mi máscara de frialdad se fue debilitando a medida de que pronunciaba cada palabra, es mi hermano. Y su promesa de estar algún día con nosotros dejó algo de esperanza en mi corazón.

Incluso Iefel se quedó sin palabras. Permanecí neutra hasta el final, ni siquiera tuve el valor de darle el abrazo que deseaba. Pero ya es tarde, quizá algún día se lo pueda ofrecer.

Mis penas disminuyeron en nuestro encuentro, con un beso sorpresa y una cálida reunión. Ya llevaba un mes sin verlo, lo que me recordaba que llevaba un mes encinta. Por suerte complacía mis antojos de fresas. Y fue divertido celebrar que de nuevo estábamos todos juntos.

Pero… ¿cuál es mi Destino ahora?


[Diario XXXIX]


Hobsyllwin

Las leyendas cuentan de la terrible muerte de una de las criaturas míticas de nuestro mundo. Una criatura que entregó su preciada vida para salvar la de otras en un futuro, pero ni siquiera pudo pensar en la gloria de sus acciones.

En sus ojos brillaba el oro de sus escamas, y en su corazón latía la nobleza de su propia naturaleza. Tan grande como una montaña, y tan aterrorizador como la más cruel de las criaturas. Aunque él no podía entender el efecto que causaba en los meros mortales que lo mirábamos con temor y reverencia

Para su desgracia, nuestra ambición no conocía límites ni tampoco fronteras. Una expedición demasiado aventurera, descubrió un legendario cementerio de aquellas maravillosas criaturas. Y encontraron el incalculable valor de sus escamas, tanto como metal precioso y como una increíble armadura, impenetrable.

Al principio, fueron escaramuzas aisladas donde se aniquilaban a los dragones para obtener sus tesoros. Pero después comenzaron a hacerse populares, como retos entre los más aguerridos y valientes. Muchas lágrimas se derramaron, los niños se entristecían al ver morir a las criaturas de sus cuentos.

Los corazones de los asesinos eran malditos, se convertían en ajenos, en autómatas sedientos de sangre, de piel macilenta y andar pesado. Como muertos en vida, desprovistos de toda emoción y torturados en sus mentes. Pero aún así lo ignoraban, continuando con aquella destrucción imparable. Se conocieron como los cazadores de dragones, aunque más bien eran aniquiladores.

Y aquel dragón dorado, Towerall, decidió hacer frente a los cazadores cuando se congregaban para darle muerte. Sabía que entregaría su vida, pero con ella pactaría con los dioses el letargo de la progenie aún por nacer. Todos los huevos aún por abrir quedarían en un sueño, hasta que fueran despertados, evitando así una masacre interminable. Se desconocen cuantos permanecen escondidos, pero el más preciado para el Héroe Dorado, Hobsyllwin, permanecería dormido, esperando a un alma limpia para ser despertado.

19 ago 2011

Despertar

Sentía mi cuerpo como algo ajeno a mí mismo. Las salas que había considerado antes mi refugio entonces se habían convertido en una reunión de intenciones y miradas hostiles. Las llamas que se desprendían de las antorchas ahoran hacían daño a mis ojos. Pero una luz destacaba sobre todos los que allí estaban

Tenía el huevo en sus manos, y la poderosa criatura que había en el interior, estaba despierta, temblando. Me di la vuelta y pude ver a aquella criatura que había sido un alma torturada por los azotamentes. Por fin había dado rienda suelta a su poder, y supuesto su propia destrucción. Podía ver que en su interior deseaba poner fin a todo aquello, y no tuve otra que acceder a sus deseos.

Ahora yacía muerta, manchada de sangre de los que eran mis hermanos, tal vez hasta que decidieran quitarme de en medio para algún fin mucho mayor. Iefel y Kyra seguían allí, esperando y llorando. Pude ver como me miraban: horrorizados por mi aspecto, por el cambio que había sufrido. ¿Realmente esperaban que siguiera siendo aquel niño frágil encerrado en su torre de marfil? Me hizo gracia el desdén que mostraba Kyra ante mí, haciendose fuerte ante mi actitud totalmente neutra. Casi podía ver como caía aquel escudo, aquella armadura de frialdad cuando se lo expliqué todo. Iefel ni siquiera podía hablar.

Han pasado días desde que salí de la torre y me encontré con ellos. No he hecho más que dormir y soñar, especialmente con una tierna ficción en la que todo volvía a ser como antes. Mis mejillas, empañadas en lágrimas, son como gritos de esperanza, y de deseo porque sea posible

9 ago 2011

Ataduras

La noche fue movida. Aquel gruñido resultó provenir de un vampiro que nos atacó durante la noche. Quizá aprovechó que Ethan se fue… Pero cuando regresó nos libramos pronto de él. Sol tiene un brazo roto, Iefel lo cuida, y yo he pasado la noche besando a Ethan. Se sentía culpable por haberse ido, se equivoca al sentir eso.

Desperté desnuda tal y como quedé la noche pasada. Él se pasó la noche en vela contemplándome, me confesó, y me pareció tan dulce como aquella segunda vez que nuestros cuerpos se fundieron en uno en este día.

Pasamos la mañana besándonos y fue cuando comenzó a besar mi vientre aquel momento. Estaba pálido, pero no parecía tener miedo. Me dijo que había sentido algo dentro de mí, algo que tiene vida… y fue entonces cuando vi una pequeña luz y lo escuché palpitar. Ethan acariciaba mi vientre, y yo permanecí quieta. Luego me preguntó si debía sentirlo, yo me lo continúo cuestionando.

Estoy… encinta. De Ethan, el hombre que amo. Pero no es el momento de dar vida a una pequeña criatura. Lo peor es que él desea tenerlo, por nada del mundo quiere que me deshaga de él. Aunque no sabría cómo hacerlo, ¿está mal de la cabeza? ¿Cómo piensa tener un hijo ahora? Aún tenemos que encontrar a mi hermano, y la dichosa gema de la Torre, la que realmente me reclama como Destino. Y seguro que más hazañas me esperan, como encontrar a Hedrek o recuperar mi castillo.

Aún hay muchas peleas que ganar, y con este… problema, no podré seguir mi meta de ser una gran guerrera. Lo amo a él, y a todo lo que nazca de nosotros. Quiero casarme, y tener hijos… pero lo segundo no puede ser ahora…

Sé que a partir de ahora las cosas cambiarán, y mi decisión será quizá dolorosa dependiendo de lo que haga. Si accedo a tener a nuestro hijo, entonces no tendré libertad como antes, incluso Ethan estará más encima de mí. Y reconozco que me agobio pronto con ese tipo de cosas… Y si lo rechazo, quizá Ethan cambie de actitud e incluso deje de sentir lo mismo que siente ahora. Parece tan feliz con la idea de tener un hijo conmigo que no he sido capaz de renegarlo.

Puede que él lo vea como una luz, pero de momento yo lo veo todo negro.


[Diario XXXVIII]

Regalo

Todo tembló cuando de mis besos escuché un pequeño latido, no de un corazón, sino de vida exaltada. El vientre de Kyra rebosaba de vida, apenas creada, gozosa de estar en el mundo. Caí en la cuenta de mi descuido, y temblé ante su reacción.

Lloraba, diciendo que era demasiado pronto. ¿Cuando pensaba tenerlos? ¡Nuestro amor estaba ahora, y podíamos entregarselo a esa criatura sin reparo alguno! Pero era una decisión de dos, y nada del mundo podría cambiar aquello. Quiso decirselo a su hermano, pero antes necesitaba saber que pensaba del futuro de nuestro hijo... ¿o tal vez hija? No podía evitar emocionarme un poco al pensarlo. ¿Precipitado? Desde luego, pero no me arrepiento

Nuestra aventura ha cambiado de forma radical, y espero tomar los pasos adecuados. Si esto se ha escapado de mi control, intentaré que no sea así de nuevo en un futuro. Hay algo allí, brillando, esperandonos. La felicidad

Relato interrumpido

Mientras camino aburrida por este bosque intenso, medito sobre lo que ha ocurrido días antes. Llegamos a una ciudad subterránea, con tres niveles. Era diferente, bastante bella, pero la luz del Sol escaseaba demasiado.

Tuvimos que quedarnos algo más de tiempo debido a que Ethan enfermó. Es el único demonio capaz de ello, y se me rompía algo por dentro cuando lo veía delirar. Pero gracias a mis cuidados, y por supuesto a los de Sol e Iefel se recuperó pronto.

Antes de que enfermara, tuve una pequeña pelea de la que obviamente salí victoriosa. Era contra el elfo guardabosques cansino que al parecer nos estaba esperando y vigilando. Me daba igual que nos espiara, o que me gritara, pero fue cuando hizo mención a mis amigos “desviados” cuando la cosa se puso realmente seria. Pero si, finalmente gané, y a ese pobre inútil lo humillé delante de todos. Mencionar esto después de explicar que Ethan enfermó no significa que esa sea la causa. No tiene nada que ver, desde luego. Quizá cogió frío cuando nos bañamos juntos en aquel lago tan salado.

Además mientras buscaba víveres para continuar el largo viaje que nos esperaba, nos encontramos con una criatura bastante extraña, de ojos rojos. Lo llaman “vampiro” o “no muerto”. Sé poco de ellos, y lo que conozco no es para nada agradable, por lo que nos fuimos rápido de la zona donde estaba aquel ser.

Pero en fin, se recuperó, nos fuimos, y al internarnos en este espeso bosque me comencé a aburrir viendo tantos árboles…

Y bueno, tengo esta distracción que… me está entreteniendo de escuchar los gruñidos de algo que parece estar a mi espalda y… eso. Continuaré explicando mi viaje más adelante.


[Diario XXXVII]

8 ago 2011

Comienzos II

A veces hablaban de cosas que no entendía. Cosas que tenían que ver con la nobleza, el oro, matrimonios de conveniencia, algo llamado usurpación… pero era tan aburrido que no me paraba a escucharlo. Vivía feliz mientras las personas de mí alrededor trabajaban. Mientras tanto yo estudiaba y mi madre me enseñaba a ser lo que se llama “una señorita” al mismo tiempo que mi padre se encargaba de otros asuntos. A veces también me enseñaba cosas, o cuando había un baile me colocaba sobre sus pies para que juntos bailáramos como los demás. Era noble, pero cuando no estaba de viaje o encargándose de otras cosas era un buen padre. Lo entendía, tenía que mantener a su familia.

Un día hicimos otro largo viaje. Cuando tenía cuarenta años (ocho humanos) recuerdo que nos preparamos para ir a conocer a quién era mi tía. El camino fue duradero, mis padres conversaban y no me hacían demasiado caso, y Iefel estudiaba de un libro muy extraño. Parecía que detrás de ese libro había otro, y de vez en cuando miraba a mis padres quizá con… ¿cautela? Aún así no me interesé demasiado por ello, y como nadie me hacía caso me aburrí y… me desesperé y desesperé a los demás con preguntas.

Al llegar a un enorme castillo, escoltados fuimos al encuentro con mi tía. Me dijeron que su nombre era Lys. Físicamente era muy parecida a mi madre, el cabello rubio y algunas fracciones del rostro. Pero no se le podía comparar… las ondas perfectas del cabello de mi madre que se creaban al caer sobre la espalda, aquella sonrisa sincera totalmente opuesta a la de mi tía, sus movimientos rítmicos cada vez que caminaba o la delicadeza con la que trataba todo lo que sostenía en sus manos. Así era mi madre, todo lo contrario a mi tía, pero tengo que admitir que la primera vez que la vi me fascinó. Se notaba el porte, la elegancia y… su frialdad. Sí, no lo sabía entonces, pero con los años descubrí que aquella admiración quería convertirse en imitación. Con esa edad los niños no tienen la suficiente astucia como para pensar en ser fríos, y yo era la niña más tierna. Eso decían por el palacio, al menos.

No recuerdo más de aquella visita, pues fue corta y monótona. Pero mantuve aquella imagen de mi tía bien guardada en mi fuero interno, mientras crecía a imagen de mi madre.

Toda una señorita, me decían. A pesar de insistir con que quería aprender a luchar con espada, estuvieron siempre en contra, incluso Iefel mostró su desacuerdo a pesar de no tener voz para elegir. Así que para compensarme permitieron que aprendiera a usar el arco. Las clases eran absurdas… cómo coger el arco, como lanzar las flechas, la posición del brazo y la fuerza. Todo era teoría y nada de práctica salvo en un par de clases. Y no pude lanzar ni una flecha.

Por lo que un día decidí saltarme las clases y explorar en busca de algo. Y sí, di con ello. Porque ya llevaba demasiados meses practicando con un triste palo de forma clandestina por las noches, y ya estaba preparada para probar con algo más pesado y, ¿por qué no? Peligroso. Y es que ya tenía cincuenta años, ¡era lo suficiente mayor como para conseguir mi primera espada! Y entre todas las armas que encontré, hallé a Scarlet, la primera. Sí, a todas mis espadas las llamo igual, porque adoro el color rojo, y mi espada debe hacer honor a su nombre. Era la más ligera de todas, perfecta para mí. Y lejos de miradas acusadoras, en un escondite que encontré dentro del palacio, comencé a practicar.

Pasaron… dos, tres años quizá, a veces me cortaba mientras practicaba y cuando me preguntaban respondía que me había caído sobre plantas con espinas o… algunas excusas más. Pero no parecían creerme. Aún así nunca me pillaron. Ya sabía cómo manejarla, había utilizado almohadas, mantas, percheros de madera… cosas que pasaban desapercibido si desaparecían, porque hasta que no destrozaba sin piedad cada cosa no me sentía realizada. Una vez casi me corto un pie porque dejé caer la espada demasiado cerca, pero por suerte solo fue un susto que nadie conoció.

Entonces una noche mientras dormía escuché jaleo provenir del exterior. Escuché a mujeres gritando y hombres dando órdenes. Me asomé y vi a todo el mundo corriendo de un lado para otro. Guardias armados hasta los dientes corriendo hacia una dirección, y mujeres y sirvientes corriendo hacia otra. Entre el barullo me dejé llevar por la dirección de los hombres, y en un punto del castillo me dirigí hacia mi escondite para coger a Scarlet. Ya era el momento de ponerme a prueba, esta vez no podía huir pasase lo que pasase. Ni siquiera tenía armadura como los demás, pero sabía que no me haría falta. Pero tenía mi ropa de monta, que me hacía parecer más fuerte. Ya estaba harta de esos estúpidos vestidos que me obligaban llevar, eran incómodos para practicar. Así que guardaba ese tipo de ropaje junto con mi espada.

Y mientras corría de nuevo hacia el exterior, me escondí de quienes sabía que me obligarían a retroceder y me metí de nuevo entre la multitud. Entonces se escuchaba más cerca, el sonido de las espadas chocando entre sí, o incrustándose en el cuerpo de alguien. “¡Nos asaltan!” Escuché varias veces. De repente un hombre me empujó tirándome al suelo, pero antes de que consiguiese atravesarme con el filo de su arma, conseguí dar vueltas sobre mí misma para ponerme en posición de ataque. Había visto muchas veces al maestro Aegon entrenar a sus discípulos, y más o menos sabía qué hacer. Nuestras espadas comenzaron a chocar, era increíble, ¡estaba luchando! Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, era increíble, excitante, una explosión de sentimientos. Alguien acometió contra mi rival antes de poder asestarle el golpe definitivo. Aquel día no maté a nadie, solo escuché los gritos de algunos hombres que me habían descubierto. Vi al maestro contemplarme incrédulo, fue una fracción de segundo en la cual me di cuenta de aquello, un segundo lo suficientemente largo como para que otra persona me atacase por la espalda, clavándome un puñal en el hombro. El miedo, la sangre, el jaleo… eran suficiente para provocar que todo se oscureciera de pronto.

Desperté a los días. Mi padre me gritó, mi madre rompió a llorar y Iefel me miraba encolerizado. ¿Olvidé añadir quizás que mi madre estaba encinta? No sabía que al pasarlo mal se podía perder un bebé, pero mi padre me lo dejó clarísimo. Me sentí fatal pensando que casi maté a mi hermanito, al que aún no conocía.

Ya me habían hundido la moral, casi había decidido no volver a coger una espada, cuando de pronto escuché una conversación. El maestro estaba hablando de mí, era increíble. Nunca lo escuché pronunciar mi nombre hasta ese día. Aún estaba vendada y había pasado horas llorando, incluso mi hermano vino a tranquilizarme a pesar de todo, al igual que mi madre, mientras mi padre nos observaba con pesar. Pero en ese momento lo escuché. Primero habló de mi irresponsabilidad, de todo el daño que podría haber causado. Y después de… ¿mi talento? Entonces pidió permiso para enseñarme, haciéndose responsable de mis descuidos y no entiendo el por qué de la historia, pero lo extraño fue que aceptaron.

Me prometió que iba a ser duro, y que volvería a la cama sin ganas de repetir al día siguiente. Y tenía razón, quise darme por vencida en numerosas ocasiones, y los hematomas de mi cuerpo me incitaban a hacerlo. Pero… sabía que algún día sería buena. Y hasta ese día no dejaría de luchar para ser una gran guerrera.

7 ago 2011

Comienzos I

Dicen que los niños no comienzan a tener conciencia hasta los seis años. Supongo que se referirá a los niños humanos. Algunos recuerdos antes de tenerla, borrosos, se cruzan por mi mente. Una caricia de mi madre mientras fingía que dormía, el aroma de las flores que recogíamos cuando salíamos de excursión, las primeras y aburridas clases que me daba, el sonido de las páginas pasar cuando Iefel leía en solitario y yo le espiaba para averiguar si hacía algo más interesante que eso, alguna regañina por haberme portado mal o un beso en una herida cuando me caía. Las largas charlas de padre explicando qué tendríamos que hacer al crecer y las risas de amigos que solían marcharse pronto dejándome con pocos recuerdos.

Pocos recuerdos de lo que fue mi primer viaje, con mi padre, mi madre, Iefel… y toda la escolta, claro está. Creo que fue muy aburrido, y el camino eterno. Incluso a mi madre, que solía ser la más tranquila de los cuatro, se cansó de mis preguntas. Pero en fin, era la primera vez que salía y había mucho que descubrir. Tampoco recuerdo bien lo que fuimos a hacer.

El único recuerdo claro que tengo es el de aquel día en las catacumbas de palacio. Pero eso es otra historia. Quizá fue a partir de entonces cuando empecé a ver mejor las cosas.

Entonces un día el tiempo se puso en marcha, y los recuerdos se hicieron más claros. Quizá cuando tenía treinta años fue el momento clave para crearlos. Parecen muchos, ¿verdad? Bueno, para los humanos son solo seis tiernos años, para los elfos, treinta dulces años. Mismo concepto, diferente cantidad.

Recuerdo tener el pelo mucho más corto en ese entonces, y mis rizos de hoy en día no estaban tan pronunciados. El cabello de madre siempre me causaba envidia, pero ella me consolaba diciéndome que cuando fuera mayor lo tendría igual de hermoso. Las fracciones de mi rostro tendían a ser redondas, además sí, mi cuerpo también las imitaba. Desde siempre me ha encantado comer, y a esa edad no practicaba demasiado ejercicio. Iefel sin embargo siempre ha estado delgado. Aunque cuando tenía cincuenta años (nueve humanos) tenía el pelo algo más largo, y era igual de alto que yo. Pero eso cambió en algún momento de nuestra vida. No sé cuando comenzó a leer, pero no guardo ningún recuerdo de él sin un libro cerca. Creo que alguna vez jugó conmigo a peleas, y otras veces nos peleábamos de verdad. Pero jamás utilizando la fuerza. Bueno, yo sí, pero algún que otro manotazo que no hacía daño a nadie. Claro está, me reñían después, y pronto aprendí a respetar. Aún así, también jugábamos muchas veces a otros juegos menos violentos como me gustaban a mí, y menos aburridos como le gustaban a él. Y ambos disfrutábamos.

No sé por qué, pero un día decidieron concederme un protector oficial. Así podría salir del palacio cuando quisiera (con permiso, claro) sin tener que molestar a nadie aparte de a él. Además de más obligaciones a las que tenía que atender. Era un buen elfo. Le cogí mucho aprecio, pues pasaba gran parte de los días con él. Su nombre era Cederik. Me gustaba como se recogía el cabello, lo tenía en una trenza de espiga que le llegaba hasta la cintura. Conocía a pocos elfos que llevasen el pelo tan largo. A veces me sonreía mientras me observaba con aquellos ojos color ambar, que expresaban una tristeza de la que nunca supe su procedencia. Otras veces desaparecía y una sonrisa sincera se dibujaba en su rostro. Era un adulto, como casi todos los elfos que conocía, pero era divertido. Excepto cuando se ponía serio, claro está.

Un día mientras daba clases, leí en algún libro o escuché a alguien decir algo acerca de unos melocotones que crecían cerca. Tenían un color rosado apetecible, y su fruto era como pequeñas semillas que dormían en su interior. Los había probado alguna vez, pero los de palacio no me interesaban. Solían estar blanduchos y poco apetecibles, y a pesar de que me insistieron para olvidarme de buscarlos fuera acabé haciéndolo.

Cederik me acompañaba, como no. Era la mejor compañía que podía tener entonces. Hablamos de muchas cosas durante el camino. No quise ir a caballo, pues aún estaba aprendiendo y no quería que él me llevara, porque deseaba cabalgar algún día libremente. Además quería dar un paseo. Llegamos a dónde crecían aquellos melocotones, no había muchos, en esa temporada la sequía decidió visitarnos. Así que solo cogí cinco. Uno para mí, otros para mi familia y el último para Cederik.

Entonces ocurrió. Todo fue muy rápido. Unos hombres extraños aparecieron en nuestro camino de vuelta, bloqueando la salida. Cederik se puso delante y sacó su espada. Nunca lo vi teniendo que hacer uso de ella, y el sonido que hizo mientras se desenfundaba me embelesó. Luego el miedo al ver que aquellos hombres lo imitaban, y el sonido de sus espadas chocando. No recuerdo cómo, pero al instante me vi corriendo sola, hacia el palacio. Llegué y al verme sola comenzaron las preguntas.

Jamás volví a ver a Cederik.

Cuando me enteré de la noticia, aún sostenía aquellos dichosos melocotones, frutos no solo del Sol y del agua, sino también de mis caprichos. Los tiré al suelo, asqueada, y me escondí para reprocharme el hecho de haber abandonado a mi amigo, el hecho de haber dejado que lo matasen…

Fue el momento en el cual decidí que no podía permitir más muertes por mi causa. No más debilidad ni cobardía. Algún día aprendería a luchar con espada, y demostrar así a Cederik que la cobarde a la que tenía que proteger no se dejaría vencer jamás.

5 ago 2011

El Cambio

"Bueno, nunca he hablado de mí, así que solo diré que el nombre que me encasquetaron es el de “Yvonne Laroche”, y pensaréis: ¿por qué tienes nombre de francesa si vives en Moscú?” Simplemente, soy inmigrante aquí. Mi vestimenta es simple, camisetas anchas, y pantalones rotos, comprados así o deteriorados con el tiempo. Claro, en el fondo del armario siempre hay hueco para una prenda bonita. Y amo la música, parece un poco tonto, pero no puedo salir sin mis cascos y mis canciones. Algún día seré cantante, cuando salga de esta mierda de vida."


Dio comienzo un nuevo día. Como de costumbre me despertó el mismo alboroto de siempre de todos mis vecinos. Bebés llorando, hombres y mujeres gritando… pero como ya he dicho, es lo de siempre. Mi padre estaba tirado en el sofá, y como no, apestando a alcohol. Las botellas de whisky estaban esparcidas por el piso, y para evitar sus quejas y a ser posible, su agresión, recogí lo mejor posible.

De mi hermano solo decir que tras abrir la puerta de su habitación cerrada con llave (siempre guarda una llave en uno de los cajones que hay cerca de su puerta) vi que no estaba en ella. Lo malo es que antes de averiguar que no estaba mi vecino me advirtió que la policía había estado preguntando por él.

En fin, tocaba salir a buscarlo. Fui al garito al cual suele ir, y en un almacén lo encontré con un pitillo. Bueno, tiene diecisiete años, pero el muy imbécil se cree que tiene más. Cuando me vio, salió corriendo dejando caer el cigarro.

Una vez alcanzado le eché la bronca. ¿Qué pasa? Sigo siendo la hermana mayor, y aunque pase de mí como yo de él, al menos tengo que intentar que no lo metan en la cárcel por lo que sea. Acabamos golpeándonos, aún no ha superado lo de que nuestra madre se fuera… y sí, me encantaría imitarla, porque fue lo único coherente que hizo en su triste vida. Lo peor es que ni siquiera intentó sacarnos a nosotros de esta mierda, y al irse las cosas decayeron.

Encontré a mi padre, con el propósito de comprar alcohol. Pocas veces le he reprochado el hecho de que se gastara el dinero en ello, más que nada porque siempre acaba mal. Así que simplemente lo hice y después le di la razón como a los locos.

Al volver a casa para preparar la dichosa cena, me encontré con Andrea, una vieja amiga. Su padre la había echado de casa y necesitaba refugio. La dejé quedarse a cambio de que me ayudara con las cosas del “hogar”. Mi padre quiso que ella pagara por quedarse, y pensé “claro, para gastártelo tú en whisky”. Y como ya estaba harta de todo, decidí imitar a mi madre. Andrea y yo nos iríamos por la mañana.

Durante la noche cogí dinero a mi padre y a mi hermano. Pero… a mi hermano le descubrí otra cosa. En su chaqueta había una 9mm, y además olía a que había sido disparada. “¿Qué coño has hecho, Jack?”. Pero viendo la vida que tenemos, no me extraña… cogí el arma y me la llevé también por si las moscas.

Una vez recogidas mis cosas, desperté a Andrea. Su nariz estaba sangrando, y le pedí explicaciones. Tiró a la borda su vida de estudiante universitaria por culpa de la coca. Yo no tengo nada que reprocharle, fumo y he hecho cosas de las que me arrepiento. En fin, si ella quisiera dejarlo yo la ayudaría.

Allá íbamos, a la salida. Abrí la puerta de la entrada y… una figura misteriosa se encontraba en frente. Hizo algo que provocó que saliera lanzada hacia atrás, y después todo se volvió oscuro.

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La cabeza me dolía, tenía algo de sangre. Andrea yacía a mi lado, pero estaba inconsciente y no se despertaba. En el salón, mi padre seguía tirado en el sofá como de costumbre, salvo que tenía el rostro calcinado… y no tenía pulso. Mantuve la calma, eso no podía estar pasando. Entonces pensé en Jack y corrí a buscarlo. Al final acabé subiendo por las escaleras de emergencia, pues su puerta estaba atrancada tal vez con el escritorio.

Ahí dentro olía a carne quemada, como el rostro de mi padre. Jack no estaba, solo quedaban algunos pedazos de su chupa, con salpicones de sangre. Quizá… también había muerto. No, mi hermano no… Puede que si no le hubiera quitado el arma se podría haber defendido. La culpa me invadió, y al instante algo parecía estar abriendo la puerta. No podía ver bien debido a que una especie de luz me cegaba, pero al menos vi las figuras de dos hombre y una mujer.

-Hemos llegado tarde.

-Menuda masacre…

Parecía que iban a marcharse, y a pesar de tener el corazón en un puño, era obvio que esa gente sabía lo que estaba pasando, así que pude preguntar.

-¿Qué ha pasado? ¿Quiénes sois?

-¿Puedes vernos?- Preguntó uno de ellos.

-¡Claro que puedo!-Grité nerviosa.- ¿Estoy soñando, verdad?

-No, no estás soñando. Eres un Otro.

-¿Estoy muerta?- “Adiós a mis sueños”, pensé.

-No. Tú vida a partir de ahora va a cambiar de cómo la conocías. Ahora, necesitas descansar.

De nuevo oscuridad, la incertidumbre y el miedo de haberlo perdido todo de esa forma.